El otro día, por casualidad, vi los quince minutos finales de este bodrio. Creo que si durante esos quince minutos hubiese llegado siquiera a sonreír, se me habría desencajado la mandíbula del esfuerzo.

Sigo sin entender como alguien puede ser tan subnormal como para rodar quince minutos de comedia absurda, donde el guión desaparece en favor de los "gags", sin conseguir arrancar ni siquiera una triste sonrisa del espectador. Hay que ser muy zoquete.

Que un producto de una calidad tan inexistente llegue a alguna pantalla sólo podría pasar en nuestro planeta. Que ese producto exista, también, es bochornoso. Pero que ese producto tenga el suficiente presupuesto como para poder introducir efectos visuales en TODOS sus planos (efectos especiales de segunda, pero que entre todos sumarán un buen dineral) tiene más cojones que un ser humano. Es decir, tres como mínimo.

Dan ganas de prohibir a todo el equipo de este filme la entrada a cualquier sala de cine. Por terroristas cinematográficos y gilipollas. Y a la hoguera con los escritores del guión.