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España España · Madrid
Voto de Pedro:
8
Drama Adaptación de un libro de John Carlin (Playing the enemy). En 1990, tras ser puesto en libertad, Nelson Mandela (Morgan Freeman) llega a la Presidencia de su país y decreta la abolición del "Apartheid". Su objetivo era llevar a cabo una política de reconciliación entre la mayoría negra y la minoría blanca. En 1995, la celebración en Sudáfrica de la Copa Mundial de Rugby fue el instrumento utilizado por el líder negro para construir la unidad nacional. (FILMAFFINITY) [+]
31 de enero de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente nos encontramos ante el planteamiento fílmico más sutil de Clint Eastwood. Una propuesta perspicaz mediante la cual consigue que bajo la apariencia de protagonismo del rugby se esconda la astuta y pertinaz lucha de un hombre por encontrar algo que evite la venganza y sacar adelante la nación de Sudáfrica. El poder moral del presidente Nelson Mandela -quien estuvo encarcelado 27 años- para perdonar a sus carceleros y reconciliar a la minoría blanca de su país con la mayoría negra liberada de su esclavitud.

Es ese trasfondo lo que hace que muchas escenas se conviertan en profundas y emotivas si uno es capaz de no quedarse mirando al dedo, sino ver lo que está señalando. Así es realmente admirable ese arranque en el que una carretera polvorienta separa el mundo de unos niños harapientos de color que juegan al fútbol mientras al otro lado entrena envuelto en la opulencia el símbolo del apartheid -un equipo de rugby de caballeros blancos-, y mientras lo que va a cambiar todo aquello irrumpe entre ellos: la liberación de Mandela.

Otros momentos intensos nos llegan en secuencias como la del equipo llegando a entrenar a niños como aquellos tiempo después, los guardaespaldas disfrutando juntos pasándose un balón de rugby frente a la residencia del presidente, o un final que aunque puede resultar demencial por introducirnos quince minutos de secuencia de un partido, es todo lo contrario, pues la importancia no está en el terreno de juego, sino en cómo lo que pasa en el terreno de juego influye en lo que nos muestran los planos alternos que sucede fuera... En la gente, en la reconciliación y la esperanza por un futuro mejor. Algo que si logra enganchar al espectador, aunque a éste le importe un carajo ese deporte, lo convierte en parte de esa gente y le hace sentir lo mismo que a ellos durante la memorable final de la Copa Mundial de Rugby de 1995 entre los míticos Springboks sudafricanos y los temibles neozelandeses del All Blacks.

No obstante, es una pena que en la elaboración de lo que es un planteamiento con grandes momentos, Clint no haya sabido resolver algunas situaciones de modo más original. Escenas como por ejemplo las de aparente peligro que después se disipa, o las del equipo visitando la prisión y el capitán imaginando lo que allí había, resultan cargadas de un efectismo muy manido de cara a la galería...; y algunos de los diálogos, aunque pocos, son también escasamente realistas por su pomposidad.

El buen hacer habitual de Eastwood hilando secuencias, en el pulso narrativo, contando eficazmente historias con imágenes en definitiva..., eclipsa ligeramente el trabajo actoral; pero aunque Matt Damon y el resto de reparto estén más correctos que brillantes, no puede pasar desapercibida la entregada tarea a su personaje de Morgan Freeman, que nos muestra casi al Mandela de carne y hueso. Al inspirado por los versos del poeta inglés William Henley: "I am the master of my fate, I am the captain of my soul."
Pedro
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