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Voto de Pedro:
6
2004
J.J. Abrams (Creador), Damon Lindelof (Creador) ...
7,9
111.959
Serie de TV. Aventuras. Intriga. Drama. Fantástico
Serie de TV (2004-2010). 6 temporadas. 121 episodios. Historia de un variopinto grupo de supervivientes de un accidente de aviación en una remota isla del Pacífico aparentemente desierta, una isla en la que suceden cosas muy extrañas. Luchando por la supervivencia, casi medio centenar de personas mostrarán lo mejor y lo peor de sí mismas. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2010
19 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confesaré que no soy muy aficionado a las series de TV modernas. La razón es que se prolongan con una regla como cabecera de guionistas: la improvisación. Si bien hay gloriosas improvisaciones en la historia de la ficción, ésta es la excepción más que la norma. Recurso de mejor uso en series de género cómico -como demostró por ejemplo “Friends”-, y muy difícil con el suspense y la intriga, caso del más conocido precedente a la obra que nos ocupa y que tras extraordinario inicio desembocó en un retorcido final: la mítica “Twin Peaks” de David Lynch.
Por esto “Perdidos” representaba un reto como serie dramática con fascinante construcción de intriga y suspense. Más reto aún cuando algunos de sus creadores dieron aviso de ser hechiceros de espectadores para luego decepcionar a los mismos: caso de “Alias” de J.J. Abrahams, también guionista de cine algo conocido por obras menores como “Armageddon”, “Eternamente joven” o “A propósito de Henry”.
Abrahams, junto a los prácticamente desconocidos Lieber, Lindelof, Cuse o Bender entre otros, pasaron gracias a “Perdidos” rápidamente de la mediocridad al éxito clamoroso. Y es que tanto el arranque desde el episodio piloto como las tres primeras temporadas marcaban historia. El atractivo argumental, la presentación técnica y producción, la forma narrativa, la construcción de personajes sumamente interesantes, la mezcla con la aventura, y en gran medida la elaboración de absorbentes misterios encadenados…, hicieron de la serie un fenómeno de masas, que se prolongó durante una cuarta y quinta temporada, las cuales aunque a menor nivel seguían encandilando. Convirtiéndose así en candidata a mejor serie de la historia de la TV.
Pero llegó la sexta temporada… Los ilusionistas, genios por arte de birlibirloque, se desinflaron. La narrativa se reveló del tipo de “Twin Peaks”: una improvisación que de tanto enmarañarse llevaba al absurdo y a la conclusión fácil para salir del atolladero… Al haber subido más que la serie de Lynch, la caída fue más dura, la sensación de timo mayor. Optaron por curarse en salud sin explicar los ya inexplicables misterios, cargando de emotividad y lágrimas lo simple con la intención de camuflar las carencias. Los engaños y la incoherencia quedaron así al descubierto y resultaron burdos. No obstante harán escuela -esperemos que para mejorar- y seguramente serán serie de culto para los que todo perdonan y cierran los ojos. No seré de ellos, aunque reconozca el mérito y calidad de “casi” toda la serie.
No se olvidará lo que “Perdidos” supuso, pero tampoco lo que no llegó a ser. Abrazados por la frondosidad de la jungla, John, Jack, Kate, James, Sun, Sayid, Claire, Jin, Hugo…, todo el grupo con el perro Vincent…, se pierden en la noche sólo iluminada por sus antorchas. Tras ellos, aprovechando el fulgor de las llamas, caminan en penumbra Richard y Juliet; y a unos pasos, con la única tenue luz de la luna, Benjamin Linus mira hacia atrás, a ningún lugar, y deja caer una lágrima.
Por esto “Perdidos” representaba un reto como serie dramática con fascinante construcción de intriga y suspense. Más reto aún cuando algunos de sus creadores dieron aviso de ser hechiceros de espectadores para luego decepcionar a los mismos: caso de “Alias” de J.J. Abrahams, también guionista de cine algo conocido por obras menores como “Armageddon”, “Eternamente joven” o “A propósito de Henry”.
Abrahams, junto a los prácticamente desconocidos Lieber, Lindelof, Cuse o Bender entre otros, pasaron gracias a “Perdidos” rápidamente de la mediocridad al éxito clamoroso. Y es que tanto el arranque desde el episodio piloto como las tres primeras temporadas marcaban historia. El atractivo argumental, la presentación técnica y producción, la forma narrativa, la construcción de personajes sumamente interesantes, la mezcla con la aventura, y en gran medida la elaboración de absorbentes misterios encadenados…, hicieron de la serie un fenómeno de masas, que se prolongó durante una cuarta y quinta temporada, las cuales aunque a menor nivel seguían encandilando. Convirtiéndose así en candidata a mejor serie de la historia de la TV.
Pero llegó la sexta temporada… Los ilusionistas, genios por arte de birlibirloque, se desinflaron. La narrativa se reveló del tipo de “Twin Peaks”: una improvisación que de tanto enmarañarse llevaba al absurdo y a la conclusión fácil para salir del atolladero… Al haber subido más que la serie de Lynch, la caída fue más dura, la sensación de timo mayor. Optaron por curarse en salud sin explicar los ya inexplicables misterios, cargando de emotividad y lágrimas lo simple con la intención de camuflar las carencias. Los engaños y la incoherencia quedaron así al descubierto y resultaron burdos. No obstante harán escuela -esperemos que para mejorar- y seguramente serán serie de culto para los que todo perdonan y cierran los ojos. No seré de ellos, aunque reconozca el mérito y calidad de “casi” toda la serie.
No se olvidará lo que “Perdidos” supuso, pero tampoco lo que no llegó a ser. Abrazados por la frondosidad de la jungla, John, Jack, Kate, James, Sun, Sayid, Claire, Jin, Hugo…, todo el grupo con el perro Vincent…, se pierden en la noche sólo iluminada por sus antorchas. Tras ellos, aprovechando el fulgor de las llamas, caminan en penumbra Richard y Juliet; y a unos pasos, con la única tenue luz de la luna, Benjamin Linus mira hacia atrás, a ningún lugar, y deja caer una lágrima.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Tras el excepcional y adictivo inicio con el accidente de avión y el planteamiento de los supervivientes en una isla en la que empiezan a surgir inquietantes misterios mientras conocemos la vida de cada uno de los personajes y comienzan a relacionarse entre ellos de modo sumamente interesante, resultará patético que todo ello desemboque seis años después en un cuarto de hora con dos de las escenas más ridículas de la historia de la ficción: por un lado una piscina de cartón piedra con un tapón separando el agua de la luz dentro de una cueva, y por otro lado un purgatorio donde las almas de los protagonistas pasan desde una iglesia todos juntos y felices a integrarse en la eternidad de la luz que les abraza. Amén.
Dentro de la ficción fantástica, por mucha metáfora que uno quiera interpretar en una conclusión abierta sobre la fuente de la vida, la muerte, el bien, el mal, o la incomprensión inalcanzable del Universo..., ni siquiera hay en ello poesía o sutileza -compárese por ejemplo con "Blade Runner" de Scott, "El séptimo sello" de Bergman o "El ángel exterminador" de Buñuel-, y lo cierto es que todo suena a retahíla machacona y sensiblera que de paso deja los misterios que sirvieron para atrapar al público sin importancia, un engaño nunca resuelto. Más que inteligente fantasía, de la conclusión rezuma puro sermón religioso.
Sólo faltaron Michael Landon y Patrick Swayze saliendo de la luz para acompañar a los protagonistas de la mano mientras suenan los acordes de "Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor..." y en los títulos de crédito aparece el nombre antes oculto del principal productor de la serie: Joseph Alois Ratzinger.
Dentro de la ficción fantástica, por mucha metáfora que uno quiera interpretar en una conclusión abierta sobre la fuente de la vida, la muerte, el bien, el mal, o la incomprensión inalcanzable del Universo..., ni siquiera hay en ello poesía o sutileza -compárese por ejemplo con "Blade Runner" de Scott, "El séptimo sello" de Bergman o "El ángel exterminador" de Buñuel-, y lo cierto es que todo suena a retahíla machacona y sensiblera que de paso deja los misterios que sirvieron para atrapar al público sin importancia, un engaño nunca resuelto. Más que inteligente fantasía, de la conclusión rezuma puro sermón religioso.
Sólo faltaron Michael Landon y Patrick Swayze saliendo de la luz para acompañar a los protagonistas de la mano mientras suenan los acordes de "Juntos como hermanos, miembros de una Iglesia, vamos caminando al encuentro del Señor..." y en los títulos de crédito aparece el nombre antes oculto del principal productor de la serie: Joseph Alois Ratzinger.