El quinto film de la también actriz y ex crítica de cine Mia Hansen-Løve, repasa de manera armónica y orgánica algunos años en la vida de Nathalie Chazeaux (Isabelle Huppert), una profesora de filosofía que ronda los 60 años de edad y que descubre una nueva vida a través de las pérdidas que va experimentando.

Con un inicio que denota un acto cotidiano de las vacaciones que la familia suele pasar en Bretaña, la historia inicia con Nathalie y su marido Heinz (André Marcon), también profesor de filosofía, visitando junto a sus pequeños hijos la tumba de Chateaubriand, de ahí vendrá una elipsis de varios años, los cuales nunca se determinan, hasta llegar al tiempo donde pasará la mayor parte del relato.

Nathalie de pronto se encuentra entre la presión de una madre que le exige demasiado tiempo, está un tanto desencantada de sus alumnos, algunos en medio de protestas que tienen semi-tomada la escuela, los hijos que empiezan a recorrer sus propios caminos, un matrimonio atrapado en la rutina y mayores presiones de parte de los editores de sus libros de enseñanza, sin duda una crisis se avecina.

Hansen-Løve narra su película sin artificios y subrayar algunos momentos que sobresalgan por encima de otros, no existen pasajes de recargado drama ni de tensión desbordante, el relato se desprende de esas convenciones, algo habitual en el cine de la realizadora, centrándose en mostrar el paso del tiempo y sus secuelas en el personaje que Huppert lleva de una manera natural y sensiblemente humana.

Y de eso trata ‘El porvenir’, del tiempo y su efecto en una mujer que debe redescubrirse y reinventarse a partir de las pérdidas y cambios que su vida debe experimentar en la antesala de la vejez, mostrado todo desde la vereda de lo cotidiano apoyándose en el magistral trabajo de la Huppert.

Una película contenida pero que emana sensaciones diversas, que se observa, que se vive y que se siente.


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