Hay algunos que osan decir que no hacía falta esta nueva versión del libro de Kipling. Tengo que reconocer que tan solo conozco la versión de hace casi cincuenta años de Disney, que considero casi una obra maestra.

No sé si hacía falta; aunque tampoco me parece esta una cuestión relevante; en todo caso, 50 años pasados son muchos. Esta nueva versión aporta muchas cosas que la justifican. Gracias a las nuevas tecnologías se han podido crear unos animales que parecen auténticos al lado de un Mowgli de verdad. Muchos de esos animales hablan y lo hacen con una naturalidad digna de encomio, no son animales humanizaos, son, repito, animales que hablan.

Esta versión resulta más obscura que la de hace medio siglo, con orangutanes y boas agigantados. No es que la de Disney fuera toda ella blanca, pues está claro que Shere Khan no lo permitiría y no es propia la ausencia de crueldad en los films de Disney; recordemos Bambi o Blancanieves. Pero tampoco la amargura del padre muerto y el rechazo tímido pero persistente de los lobos, su familia adoptiva, agrian el carácter alegre del protagonista, lo que es todo un ejemplo para muchos

Se agradece, pues, estos ciento cinco minutos de diversión y entretenimiento a raudales. Siempre he creído que si el cine es algo más, diferente a otras artes, incluso más allá de obras de culto de honda sensibilidad, es lo que esta obra ofrece: un carrusel de espectáculo continuo y en crescendo.