Hay veces que sin saber muy por qué los vínculos invisibles que unen a las personas se rompen, o quizás es que no estaban rotos, que lo que pasaba es que el tiempo los había ido estropeando y ninguno se había preocupado por cuidarlos. De esto va el nuevo film del tándem Pixar-Disney, de los vínculos materno-filiales, en este caso, puestos a prueba por el peso de la tradición.

Como siempre nos encontramos ante una película de la mencionada productora de muy buen acabado, que resulta amena en todos sus minutos, y que tiene un sentido último digno de encomio, de allí que no bajaré de un notable en mi calificación, como notable es la escena en que la hija salva a la madre convertida en oso de la muerte; pero dicho esto, le encuentro una pequeña pega, y es que esa reconciliación entre madre e hija tiene muy poco futuro en una época del pasado como es la época medieval. Allí la tradición lo era todo y debías tu elevada posición a su respeto. En definitiva, no veo cómo la princesa no podrá dejar de escoger a su futuro pretendiente de entre esos tres primogénitos de imposible descripción. Pero si no nos planteamos estas posibles menudencias, la película es de un bonito sin parangón, y no tiro de ironía, que conste.