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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
6
Terror. Thriller Londres, año 1761. A pesar de que el manicomio de Bedlam es un lugar siniestro y dejado de la mano de Dios, se ha convertido en un lugar de peregrinación para la clase alta londinense, que se divierte observando con pavor a los enfermos recluidos allí. Nell Bowen (Anna Lee), horrorizada al ver el trato que reciben los pacientes, hará todo lo posible por mejorar las condiciones del centro. Pero el director del manicomio, el siniestro e ... [+]
17 de noviembre de 2009
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos peniques, amigos, dos miserables peniques. De haber vivido en 1761, eso es lo que nos habría costado dar un agradable paseo dominical por el manicomio londinense de St. Mary’s of Bethlehem, reírnos un rato a costa de las divertidas rarezas de los dementes allí recluidos y pedirle, de paso, una firmita dedicada a su director, el “apestoso, repugnante y vomitivo... pero ingenioso” señor Sims, cuya cara, voz y andares recuerdan horrores a los del mismísimo Boris Karloff. ¿No os parece una ganga?

Tomando como punto de partida la serie de grabados “A rake’s progress” (“La vida de un libertino”, 1736), del artista británico William Hogarth, el prolífico guionista y productor Val Lewton (“La mujer pantera”, “Yo anduve con un zombie”, “El ladrón de cadáveres”) y el director Mark Robson (“El ídolo de barro”, “Más dura será la caída”, “El premio”) escribieron un guión que trataba de poner de manifiesto la inhumanidad de las condiciones de vida en un establecimiento cuyo nombre original fue deformado y suplantado por los londinenses por el de “Bedlam” (confusión, desmadre), a causa de su sordidez y de su caótico funcionamiento. Eso ocurría además, como irónicamente señalan los créditos de presentación de la peli, en plena “Edad de la Razón”.

La magnífica y tensa música de Roy Webb y los propios grabados de Hogarth, que irán apareciendo como un leitmotiv a lo largo del metraje, nos introducen en la historia de Nell Bowen, una joven que vive abarraganada con el influyente Lord Mortimer y que se empeña, tras una traumática visita al manicomio, en remediar los padecimientos de los enfermos. El torticero e intrigante señor Sims, viendo en peligro su posición, cree encontrar el remedio para pararle los pies a Nell: declararla loca y encerrarla también en Bedlam.

La peli, a pesar de lo prometedor de su idea motriz y de los nombres en ella implicados, no acaba, sin embargo, de resultar satisfactoria. La fotografía es notable y recrea con pictórica pericia el contraste entre el sombrío interior del sanatorio y el rutilante encanto de las fiestas nobles, pero el guión se desnorta y cae en lo inverosímil y lo convencional, hay notables altibajos rítmicos y no acaban de estar bien conjuntados la crítica social, el tono humorístico de algunos pasajes y los eventuales punteos de terror, que se limitan a algún golpe de efecto más bien previsible y a sacar provecho del nombre y la, eso sí, imponente presencia de Boris Karloff.

Aunque en conjunto no pueda hablarse de una peli notable, “Bedlam” sí esconde un as bajo la manga, una escena que por sí misma justifica su visión. Cuando Nell visita por primera vez el manicomio, Robson recrea el abismo de horror en el que cae la protagonista ante el espantoso espectáculo que contempla mediante un extraordinario travelling frontal que, partiendo de un primer plano de su rostro, abre el encuadre hasta dejar a la vista la sala principal del manicomio y a sus desgraciados habitantes. Inolvidable escena, creedme.
Normelvis Bates
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