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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
4
Drama Harry (Jared Leto) y su madre (Ellen Burstyn) tienen sueños muy distintos: ella está permanentemente a dieta esperando el día en que pueda participar en su concurso televisivo preferido; la ambición de Harry y su novia Marion (Jennifer Connelly) es hacerse ricos vendiendo droga y utilizar las ganancias para abrir un negocio propio, pero nunca tienen el dinero suficiente para ello. A pesar de todo, Harry y Marion no se resignan y harán ... [+]
16 de enero de 2010
93 de 156 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué risa me da la admiración con la que suele recibirse a los (así llamados) transgresores y valientes. Suelen ser, como Darren Aronofsky, gente que llevan años frente a un espejo, admirando entre lágrimas de emoción la inacabable belleza de su ombligo y muriéndose de impaciencia por hacer partícipe al resto de la humanidad de lo inaudito de su talento, de lo inusitado de sus osadas propuestas. Para bien o para mal, me siento vacunado frente a este tipo de gente, que tanto parece gustar a las almas más cándidas e impresionables. Es posible que sea porque, con 8 o 9 años, en plena época del destape, en el cine de mi pueblo nadie le impedía a un niño de mi edad ver cosas como “Emmanuelle” u “Holocausto caníbal”, de modo que mi estómago se curtió, desde mi más tierna infancia, para soportar cualquier cosa.

El tipo de transgresión y valentía que predica Aronofsky es, en el fondo, el mismo que preconizaba el apolillado cura de barrio que me daba clases de religión hacia 1982 y que, no en vano, nos recomendó encarecidamente que nos pasáramos por el forro la clasificación moral y viéramos “Yo, Cristina F.”, cinta alemana igual de sensacionalista que “Requiem por un sueño” aunque menos barroca formalmente, que tocaba, en todo caso, el mismo tema de manera muy parecida, para que comprobáramos los horrendos efectos de la droga sobre la juventud: hay peras buenas y manzanas malas; si las peras buenas se mezclan con las manzanas malas, acaban siendo manzanas malas. Moraleja: no seas manzana mala, sé pera buena.

Como Aronofsky es muy moderno y no quiere que le confundan con Ana Botella, echa mano del manual de instrucciones de su cámara y empieza a experimentar con ella, no sea que le tomen por alguno de esos carcas de antaño que plantaban la cámara en un sitio y trataban de narrar sobriamente una historia con pies y cabeza: cámara lenta, cámara rápida, split screen, ojos de pez, steady cam, cámaras de ascensor y videoportero... Oh, la cosa es estupenda y de lo más novedosa. Es cierto que la realización es repetitiva, efectista y cansina, que los personajes son monigotes rellenos de serrín por los que (excepto Ellen Burstyn, la única que transmite algo de humanidad) es imposible sentir nada excepto ganas de que los atropelle un camión, que no hay nada parecido a un guión y que a los 20 minutos uno ya sabe el final, pero al acabar la peli conocemos al dedillo los pliegues y pelillos del genial ombligo de Darren, y eso, amigos, no tiene precio. Las gracias tendríamos que dar.

El último cuarto de hora es maravilloso, no veía nada tan ridículo y divertido desde hacía siglos: fluorescentes parpadeantes, psiquiátricos, felaciones, sexo circense en público, pústulas putrefactas, amputaciones, mamá, mamá,... Que los incrédulos recen y se santigüen: el Apocalipsis está aquí. La fantasía de una monja hecha realidad. No me extraña que esta peli tenga tantos fans. Es como la tele, es farlopa, es vuestra droga. Tomad, otra cucharada. Tragad. Sed felices.
Normelvis Bates
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