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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
6
Thriller. Drama El día en que Juan (Alberto Ammann) empieza a trabajar en su nuevo destino como funcionario de prisiones, se ve atrapado en un motín carcelario. Decide entonces hacerse pasar por un preso más para salvar su vida y para poner fin a la revuelta, encabezada por el temible Malamadre (Luis Tosar). Lo que ignora es que el destino le ha preparado una encerrona. (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2010
60 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jess Franco lo bautizó “cine de paleto lento” y señaló como culpable suprema a la difunta Pilar Miró. La escena os sonará, la habéis visto miles de veces, en sus múltiples variantes: plano general del campo; un paleto diminuto a lo lejos que se acerca pasito a pasito; tras largos minutos de espera, el paleto llega al lugar en el que se encuentra la cámara, que ha seguido, inmóvil, su amenísimo camino. Fin de la escena. Sin duda el viejo tío Jess no es del todo justo y ya sabemos que su fuerte nunca ha sido la diplomacia, pero algo de razón tiene al señalar una de las razones que ahuyentaron al público de las salas donde se exhibía el cine español que bendecía la crítica allá por los 80.

Como este es un país de extremos y acomplejado donde se desconocen los términos medios, hemos pasado, de un tiempo a esta parte, a colmar de estatuillas cabezonas y parabienes a toda película que busque el entretenimiento puro y duro, y no resulta extraño que entre los halagos que recibe esté el de no parecer española sino americana, como si eso fuera por sí mismo una virtud y no una simple descripción, no necesariamente positiva o atinada. De hacer caso a las críticas y premios cosechados por “Celda 211”, por ejemplo, uno puede llegar a creer, sin verla, que se trata de un películón, de un hito en el cine español y de no sé cuántas cosas más, invariablemente galácticas y desorbitadas.

Y me da a mí que si algún cine americano recrea esta peli es el de tantos telefilms amodorrantes de tarde de domingo, por un guión con más cráteres que las lunas de Saturno y no pocas e innobles trampas para epatar al espectador (spoiler), que debió ser escrito hacia el 93, cuando ETA se daba el lujo de atentar dónde y cuándo quería y Tarantino acababa de estrenar “Reservoir Dogs” (¿un infiltrado? ¿flashbacks? ¿una oreja amputada? ¿de qué me sonará a mí eso?); por unos personajes planos y esquemáticos y, en general y pese al buen trabajo de Tosar, mal interpretados, que actúan como perros de Pavlov, y a quienes los torpes y efectistas tumbos de la trama tratan en vano de dar relieve, planteando conflictos morales metidos con calzador y a estas alturas más bien desgastados (toda esa monserga sobre los borrosos límites del bien y el mal ya atufa: ¿cuántas veces hemos visto al Seagal o el Van Damme de turno llorando por su esposa, su hijo, su compañero del alma o su fiel y adorable perrito, y tomándose la justicia por su mano?); por ese panoli, en fin, que canta entre rejas como Piolín metido en una jaula de gatos hambrientos y que en una cárcel de verdad no pararía de recoger pastillas de jabón del suelo y de tragar marisco gordo y fresco en el jergón de su celda.

La verdad es que, puestos a abusar de la paciencia de uno, no encuentro mucha diferencia entre este delirante correcalles y el pobre paleto lento: ambos me enervan y desesperan y hacen que me pregunte dónde coño está mi patriotismo. Ahora que el paleto corre, voy y me quejo. Si es que nunca estoy contento, joder.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Normelvis Bates
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