Tengo que decir que, aunque sea algo totalmente paródico, los primeros minutos de la película son salvables y hasta divertidos si olvidamos como es en realidad ese conflicto, aunque ciertamente me chocó ver al italo-americano John Turturro haciendo de jefe de la guerrilla palestina.
Luego la película cambia de tercio y todo lo que hemos visto antes ha sido perder el tiempo, ya que no tiene nada que ver con el resto de la película, Zohan simula su muerte y emigra a Estados Unidos donde quiere empezar una nueva vida como peluquero. A partir de este momento es cuando me di cuenta de que el guión de esta película debió escribirlo un becario cabreado y no Adam Sandler ya que es insufrible y sin sentido, pero lo que más me chocó es la escena en la que el chico al que rescata descubre que Zohan se está trabajando a su madre en una de esas típicas escenas en las que lo que parece no lo es, con la peculiaridad de que esta vez si que lo es. Los chistes siguientes son todos en ese aspecto y dudo que la intención sea tanta la de hacer reír como la de hacer vomitar. Más adelante Zohan consigue el ansiado puesto de peluquero e inventa su propia peculiaridad profesional; se cepilla a las ancianas que tiene como clientes después de cortarles el pelo, esta parte de la película es la que más me hizo reflexionar, una persona que en su país tenía fama y respeto emigra a Estados Unidos para acabar tirándose a viejas para trabajar; una gran reflexión sobre la inmigración, si señor.
En cuanto al retrato que se hace de las culturas judía y árabe la película es totalmente parcial en este aspecto; ridiculiza y veja a ambas culturas por igual. Los estereotipos están por doquier y los acentos están muy marcados y casi es cansino el escucharles. Están caricaturizados a más no poder expuestos como taxistas o vendedores de chatarra, aunque lo más vejatorio es cuando inmigrantes árabes y judíos aclaman a Mariah Carey cantando el himno americano después de ser llamados pseudo-ciudadanos. Sencillamente; que asco.