Al año siguiente de "El sueño eterno", a Robert Montgomery se le ocurre adaptar otra novela de Chandler al cine y lo hace con esta. Pero el hombre quiso hacerlo de una manera original y, para mantener en el cine la primera persona del narrador, no se le ocurre otra cosa que rodar toda la película en cámara subjetiva. Total que al jicho sólo le vemos cuando se dirige a nosotros rompiendo la "cuarta pared" o cuando se da la circunstancia de que se mira en algún espejo. Habida cuenta de lo poco que sale, ¿para qué contratar a nadie?, el mismo director se pone a hacer de detective. La historia es una más de búsqueda de rubias, morenas y morenas teñidas, pero con el detalle de que nos pasamos la peli viendo el humo de los cigarrillos en primer plano, o un trozo de teléfono, o bien los labios de la chica que se acercan como si el cielo se desplomara sobre nosotros. La innovación le costó seguramente a Montgomery muchos esfuerzos, teniendo en cuenta el tamaño de las cámaras de entonces. Desconozco si en la época el público lo supo apreciar en lo que vale. Sin embargo, visto hoy, la verdad es que el truco aburre bastante. Y es que ocurre un poco como con el 3-D, que uno está más pendiente de las imágenes en que se aprecia mejor el efecto, que de la historia en si. Por lo demás, los diálogos son un tanto teatrales y los actores, sobre todo la Totter, sobreactúan.