Desde luego el producto tiene su originalidad. Con los consabidos ingredientes del mundo rural norteamericano, el director nos fabrica un cóctel que consigue agradar al paladar y dejar un aceptable postgusto. Hay una familia típica con su casa y su césped y su bandera, un adolescente problemático en tratamiento, un telepredicador, un instituto con profes carcas y alguno más progre, los macarras de rigor y de fondo Halloween. Sí, hasta Halloween aparece. Con todo ello lo más normal hubiera sido una peli de miedo sin más, o bien una comedia de escolares calientes, o quizá una mezcla de ambas cosas (los ejemplos abundan). Pero no, Richard Kelly, nos presenta algo más complejo. Hay crítica social, hay misterio, hay filosofía y un suspense que consigue ir hilando todo el puzle hasta el final. Es bonita la primera escena, con el protagonista tumbado de noche en plena calle y su posterior carrera en bici hasta su casa. Sirve de prólogo y nos da la pista sobre el tono de la historia. Es interesante la crítica sociopolítica a una comunidad cerrada en una espiritualidad infantil e hipócrita, que Donnie amenaza con sus "verdades" de loco.