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Drama Elisabeth (Liv Ullmann), una célebre actriz de teatro, es hospitalizada tras perder la voz durante una representación de "Electra". Después de ser sometida a una serie de pruebas, el diagnóstico es bueno. Sin embargo, como sigue sin hablar, debe permanecer en la clínica. Alma (Bibi Andersson), la enfermera encargada de cuidarla, intenta romper su mutismo hablándole sin parar. (FILMAFFINITY)
24 de diciembre de 2014
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi mayor preocupación era encajar que a Woody Allen le pudiera gustar algo así. Las referencias a Ingmar Bergman o la influencia en su cine son obvias y repetidas pero me consolaba pensando que al menos "Persona" le resultaría odiosa. Pues no. La valoró y mucho. Así que intento meterme en la piel del director neoyorquino para entenderlo. Yo creo que diría algo así, imaginadlo con su peculiar voz: "¿Has visto la última de Bergman? ¿No? Es fascinante, estoy aún obnubilado. Trata de una actriz de teatro que en plena representación, se queda momentáneamente sin habla. Luego llega a casa, se acuesta y permanece muda e inmóvil, a pesar de que las pruebas médicas a las que la someten confirman que no padece ningún mal ni físico, ni mental. ¿Te imaginas? Eso podría sucederle a cualquiera, a mí mismo, es una cosa terrible. Claro que tampoco entiendo bien lo que pasa luego pero es fascinante".

Pero vayamos a "Persona". La clave de esta película, además de su estilo a caballo entre la "nouvelle vague" francesa y el "free cinema" anglosajón, es el tipo de lenguaje que emplea, que vendría ser lo más parecido a la vanguardia pictórica, en concreto al cubismo, especialmente el sintético por la inclusión de collages. Mediante esta corriente no se describe la realidad, sino se alude a ella, previamente deformada, mediante unos símbolos. Eso mismo es lo que hace Ingmar Bergman en esta obra, con un prólogo introductorio, el final y toda la parte central en la que se habla mucho pero en el fondo se dice muy poco, precisamente porque no pretende explicar nada sino, repito, nombrar: el deseo, la angustia, la culpa, etc. Ahora bien, si como pintura el arte moderno es una completa tomadura de pelo, como cine también lo es. Al final se trata de un discurso desarticulado en una realidad totalmente artificiosa.
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