Argumentalmente no es demasiado diferente de otras películas de terror recientes, pero lo que la hace especialmente singular es su apuesta total y absoluta por lo que viene siendo la razón misma del género: dar miedo. Si en The Tingler Vincent Price intentaba materializar, corporeizar dicha sensación para aislarla del organismo humano (un argumento tan demencial como genial), en Ellos directamente se juega a extrapolarla de los personajes del film a los propios espectadores. Parte de la crítica se metió con la escasa información disponible acerca de los asesinos (algunos incluso reclamaron una explicación sociológica del asunto), demostrando que no habían entendido nada de la génesis del proyecto. La ausencia de datos de los acosadores ayuda a reforzar la sensación de pánico que sienten los sufridos protagonistas, enfrentados a un enemigo invisble y omnipresente. En el tablero sobre el que construyen su película, cualquier información adicional respecto a los personajes es perjudicial, porque distrae de lo que verdaderamente importa: jugar a dar miedo, a ellos y a nosotros.

Con esta noble intención Moreau y Palud prescinden de cualquier narrativa ajena a este propósito (sin secundarios, sin dramas personales) en lo que viene a ser una de las investigaciones formales más concienzudas y sinceras que ha dado una película de terror en años. Como si los protagonistas fueran números en una ecuación algebraica, en el film devienen meros peones sobre los que poner en práctica multitud de ideas y hallazgos formales (aunque algunos de hallazgos tienen bien poco) que ayudan a renovar el género desde dentro. De ahí la magnífica labor de iluminación y sonido, o esa sensación de estar ahí que ya explorara Hooper en La matanza de Texas. Esto tiene también sus contras, pues más allá del ininterrumpido tour de force terrorífico no hay nada, pero funciona en la mayor parte de su metraje a la suma perfección. Resumiendo, el ejercicio de terror más puro (y disfrutable) en años, además de una inteligente y perversa broma macabra con una desconcertante base de inspiración en la vida real.

Lo mejor: tiene estilo y sabe lo que quiere ofrecer.
Lo peor: más allá del terror no hay nada.