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Voto de caballero blanco:
8
Western. Drama La relación sentimental entre Vienna, la propietaria de un salón situado en las afueras de una ciudad del Oeste, y Johnny Guitar, un pistolero con el que se vuelve a encontrar en un difícil momento, constituye todo un clásico que alcanzó un gran éxito de taquilla. (FILMAFFINITY)
30 de julio de 2009
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor es cuando llegas a un pueblo –no lo mejor, pero es verano-, y están colgando a alguien, en la plaza –tú llegas desde Albuquerque: desde muy lejos.
Lamentas en una primera visión que la cuerda sea tan corta, o el suelo sea tan bajo pero, en la medida en que eres un forastero, hay realmente poco que puedas hacer, te mantienes en vilo, y lo ves caer, sin regocijo –y no eres tan viejo como para no santiguarte.
En tanto que extranjero, puedes silbar entre los hombres –sabes bien donde está el exceso-, mostrarte cordial o reservado, taciturno sólo en la medida en que tu ánimo lo disponga, y el misterio que pudiera impostarse no avasalle a los otros –no están para estas cosas, lo sabes.
Ahora bien, eres joven todavía y no sabes muy bien a dónde te diriges, conoces de donde partes, pero eso no importa demasiado –como mucho, aún-, quizá algún día te convenga echar raíces, el desierto está poblado de algunos hombres, el ferrocarril sustituirá algunos caballos –unidos a las diligencias-; por donde pasa el ferrocarril, nace una ciudad.
Es pronto –es pronto para qué-, el sol está en lo alto. No sabes muy bien y te paseas, obviamente como desde antiguo, el ahora bien significa que tienes que ganarte el pan –y esperas que las distancias sean siempre igual de amplias, y la llanura tan desierta, y las tardes tan espesas, y el sol, tan punzante.
Una prueba de garantía de verdad consistiría en una deuda de juego –pero tú no quieres deber nada-, los húmedos labios de una mujer –allí de donde vienes se humedecen deprisa cuando brilla el oro y se secan con la gastada estación-, la acogedora cintura de una mujer –como eres joven, quieres una mujer-, desconoces quién te puso frente al polvo pero no quién el sombrero ni quién montó este caballo.
Estás bien despierto.
(Metafísica de la erosión y adiós).
Otra prueba de garantía de verdad –o al menos de suficiente realidad-, sería que si no encontrases de aquella forma una mujer –azaroso y precario es el sino de este escenario- hallases al menos en tu accidentado viaje un amigo, un conocido que no ansíe finalmente nada perverso de ti porque nada tienes, un vaso brevemente lleno de licor, la puerta.
¿El sueño? Quiero decir perder el sueño por las noches o estar en vela por el pasado –para el pasado es pronto aún-, acceder finalmente a los gestos abusivos o –de veras- impostados de este teatro, sacar y enfundar la pistola, sustituir las balas y llenar las oquedades muy rápido, cantar una vez alegremente, sonreír de forma fugaz, matar y morir.
Todo eso puede que sea una larga broma.
Y sin embargo cómo quema.
El sol.
-Aquí en principio hablan inglés-:
El whisky.

Así de escaso y quizá hasta siempre
–Con toda la luz que aquello arrastra.
caballero blanco
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