Probablemente estemos ante la mejor comedia de los noventa. Partiendo de un original guión en el que un cínico reportero está condenado a vivir eternamente el mismo día, nos encontramos con una divertida comedia plagada de infinidad de situaciones jocosas. Gran parte del atractivo de la cinta se debe a la fantástica interpretación de Bill Murray, que está especialmente gracioso con esa actitud sarcástica que debe cambiar para conquistar a su compañera de profesión, una guapa reportera encarnada por Andie MacDowell.

Al principio no encuentra el remedio para salir de esta curiosa situación así que decide darse la gran vida haciendo todo aquello que hay que hacer con moderación, es decir, comer, beber, fumar y todo lo que le da la gana sabiendo que al día siguiente todo volverá a ser como antes. Sin embargo, acaba por sentirse atrapado y decide suicidarse varias veces sin conseguirlo porque el día siguiente volverá a repetirse. Al final descubre que la única manera de salir de esa situación es cambiando su forma de ser. Castigado a vivir el mismo día una y otra vez tratará de limar sus fallos y mejorar su carácter para ligarse a MacDowell incluso aprenderá a tocar el piano.