Tanto es así, que sin comerlo ni beberlo me tengo a mí mismo viendo una película norcoreana (la única que he podido encontrar, por cierto), sobre un bicho gigante primo hermano de Godzilla, ubicada en plena Era Feudal, y que ante todo es de puta madre.

¿Que si bromeo? No... ¿Que si me he fumado qué? ...No... tampoco, es que... ¿Que si están haciendo experimentos neurológicos conmigo? ¡Vamos a ver! La historia es muy bonita –Eh, pero si la viste en coreano, ¿cómo te enteraste de si era bonita o no?–. Pues precisamente, se nota que está bien hecha porque te enteras de todo sin necesidad de entender palabra por palabra el idioma. Luego, los actores son todos más o menos buenos, o simplemente aceptables. Y lo mejor de todo, las escenas de acción y batallas están resueltas magistralmente, muy a lo ‘made in Hong-Kong’ de los 80, y por consiguiente, la película es muy entretenida. Otro aliciente con respecto a sus rivales “godzillianas” es que el lagarto japonés siempre estaba dando guerra y la peña se las tenía que ingeniar para destruirle, cuando Pulgasari está del lado de la gente, y es el malo quien tiene que luchar contra él. Lo cual, por otra parte, me parece cuando menos curioso, el que el régimen comunista de Pionyang produzca un film en el que el pueblo se alce contra un tirano que le tiene esclavizado (una especie de epopeya inspirada en el ideario de la Revolución), y justamente el pueblo de Corea del Norte sea el más esclavo de toda la Tierra, y su líder sea como un señor feudal del siglo XV que gobierna con mano de hierro, pero multiplicado por 150.000 (ahora en vez de espadas y látigos, armas nucleares, toma ya).

La verdad es que estaría muy bien que Pulgasari resucitase en nuestros tiempos y se comiera al Kim Jong-Il a la par que a sus colaboradores en la tiranía socialista... y luego, puestos ya, que se diera un garbeo por otros países, España entre ellos, si se queda con hambre.