Al margen de que 'Institno Básico' se presta a toda una orgía de interpretaciones lacanianas del texto fílmico, ese entretenido pasatiempo que tiene tanto de absorbente como de especulación banal, la película de Verhoeven, vista casi 20 años después de su estreno, mantiene una salud envidiable. El simple hecho de que el rijoso holandés sea capaz de cerrar una película consistente ya es noticiable, como también lo es que, a pesar de estar protagonizada por Maiquel Duglas, el hijo de Kir Daglas, uno no sienta la irrefrenable pulsión de salir pitando de su asiento. Probablemente desde ‘Fuego en el cuerpo’ no se había visto un thriller erótico semejante. Y la música de Goldsmith, con ese aire clásico del negro de los cincuenta, mola. Mogollón.

Es evidente que el contenido erótico, notable incluso hoy en día, es un elemento con el que el director sabe jugar. Para ello cuenta con un objeto sexual de primera, una Sharon Stone en su apogeo físico y lúbrico. También es una solvente actriz cuando cae en manos de según qué director o a la rubia le viene a bien. A estas alturas las escenas lésbicas o hetero no escandalizan a nadie, ni siquiera lo hacían ya a comienzos de los noventa, salvo en algún que otro convento. Pero siguen siendo eficaces en la trama y están muy bien rodadas.

Desde el punto de vista de la sensualidad/sexualidad, la película funciona. Como también lo hace desde el punto de vista de la intriga policíaca, con todas las trampas que se quiera, pero en eso se basa la intriga, ¿no? Tampoco nos cuenta nada nuevo, todo el mundo sabe que en la costa californiana los ricachones se follan a todo lo que se mueve, esnifan mogollón y asesinan lo que buenamente pueden. Al menos es lo que nos cuentan las películas y algún que otro telediario. Dos décadas después, salvo por los modelos de ordenador que aparecen, la película podría haber estado producida perfectamente hace quince días. Y seguiría siendo buena. O por lo menos a mí me lo parece.