Cuando allá por los ochenta en España nos entreteníamos con “Falcon Crest” o “Verano azul”, llegó una serie que era el no va más de la sofisticación, “Corrupción en Miami”. Sonny Crockett y Ricardo Tubbs se convirtieron de la noche a la mañana en el prototipo de poli de diseño: traje italiano, gafas último modelo, Ferrari, fuera borda, violencia, coca, titis en bikini, banda sonora molona y una fotografía nocturna de Miami de lo más sugerente.

Aquella estética es lo que recoge el largometraje. No en vano, su director es el alma mater de la serie. Han mejorado algunas cosas, como la tecnología y la puesta en escena, con un par de tiroteos magníficos, pero lo cierto es que la película no es gran cosa. Los peor parados son Gong Li, que en algunos planos de perfil nos revela un prognatismo facial que ni los Austrias mayores, y sobre todo un teniente Castillo reconvertido en Antonio Machín pasado de corticoides. En fin, entretenida, y eso. Me siguen gustando más Johnson, Michael Thomas y James Olmos que los actores que ahora dan vida a los protagonistas. Aunque supongo que será añoranza.