Haz click aquí para copiar la URL
Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Western Estado de Wyoming, a finales del siglo XIX. Shane, un hastiado pistolero, llega a la granja de los Starretts, un matrimonio con un hijo que, al igual que los demás campesinos del valle, se encuentra en graves dificultades, pues el poderoso ganadero Rufus Ryker pretende apoderarse de sus tierras. Cuando Ryker se entera de que Shane es un hábil pistolero, le propone que trabaje para él. Ante su negativa, contrata a Jack Wilson, un ... [+]
19 de marzo de 2008
54 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si me preguntaran por el primer western que recuerdo haber visto desde que tengo uso de razón me resultaría prácticamente imposible concretar un título. Como mucho me atrevería a conjeturar si ese primigenio descubrimiento se podría haber producido entre los siete y los diez años bajo los efectos de “La diligencia”, “Solo ante el peligro”, “Rio Bravo” o la peli que nos ocupa en estos momentos. En cualquier caso siempre he querido pensar que fue el western de Stevens, en efecto, el responsable de mi iniciación al género.

“Raíces profundas” me conduce, además, a revivir la profunda y sincera amistad que aquellos lejanos años me acercó a Jeremías, un niño tan peculiar y atípico como su propio nombre. Jeremías, o Jerry, no era un niño del todo corriente. Acérrimo seguidor del Real Madrid, Elvis Presley y el Comandante Jacques Cousteau a partes iguales, mi amiguete también era un verdadero cinéfilo en ciernes. ¿Su película? “Raíces profundas”, claro.

Jeremías y yo fuimos uña y carne durante ocho años, pero jamás consiguió inculcarme su desatada pasión merengue ni su impagable entusiasmo por la oceanografía. Afortunadamente solo contribuyó a fortalecer mi devoción por Elvis y mi vocación cinéfila. El destino y diferentes formas de ver la vida acabaron por distanciarnos, pero siempre evocaré con cariño aquellas largas tardes de verano en las que los juegos infantiles cedían cada vez más terreno a esas interminables conversaciones mediante las que Jerry y yo fuimos madurando a ritmo de blues.

Cada vez que se me aparece Shane y su pelliza de flecos, alejándose a caballo, lentamente, mientras Joey vocifera su nombre, la niñez retorna a mi con insolente desparpajo. Y el bueno de Jeremías sigue ahí. Sonriéndome. Con la insobornable complicidad que siempre unió a dos almas gemelas.
Taylor
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow