Como amante del comportamiento humano, no puedo sino tener buenas palabras para esta serie.
La empiezas y te esperas un tostón pastelero, cartón piedra barato, sobre como grabar un reality show.

Y aquí cometes tu primer error.
Sí bien la primera temporada saca más jugo al reality en sí, y la segunda a los dramas y tejemanejes internos, rencillas del pasado, e iba a decir pormenores pero no es adecuado, "pormayores" que están por venir, la serie trata única y exclusivamente de cómo sacar lo peor de las personas para hacer dinero.
Así de fácil.

La trama es sencilla: cojamos a un "muchimillonario" que quiere hacer pasta a costa de la cadena hotelera de papá, que se presta a ser el anfitrión a cambio de publicidad, a doce pueblerinas, dementes y/o cazafortunas y pongamos a ver quien se lleva al principe de Everlasting (Por siempre jamás, moñadas varias traducidas al castellano). Pero además tenemos a dos arpías de manual como co-directora y segunda a los mandos, y manipulemos a todo ser viviente para hacer dinero. Y, parafraseando, "this, people, is good TV".

Qué voy a decir sobre Quinn y Rachel. Simplemente las adoro. Son más malas que las plagas. Manipuladoras. Crueles. Egoístas. Condescendientes. Lo tienen todo.
Dos papelones como dos monumentos, dos interpretaciones que simplemente no puedes obviar y una lucha de poderes que atrapa hasta al más perdido.

Yo de mayor, quiero ser como ellas.

Pero, volviendo a la serie... Sí bien a veces ahonda demasiado en lo que viene siendo clichés de toda la vida de dios, la serie es inteligente, diverdita, mordaz, agresiva y uno de los dramas más incisivos de los últimos tiempos emitidos en televisión.

Bravo, Lifetime, danos pronto la tercera y última temporada.