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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Ciencia ficción Nuevas aventuras del almirante James T. Kirk y el resto de la tripulación de la nave Enterprise, que una vez más se atreve a llegar "donde ningún hombre lo hizo jamás". Ricardo Montalbán repite su personaje de villano que interpretó en 1967 en el episodio televisivo "Space Speed". (FILMAFFINITY)
23 de agosto de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viniendo de un precedente reflexivo y casi metódico, se podría decir que este segundo capítulo de la saga galáctica es un inusual eslabón para la continuidad.
Sus protagonistas son los mismos, sus trayectorias vitales son las mismas, pero su entorno ha cambiado: ahora no reserva anomalías interestelares, sino un elemento de puro error humano que convierte la historia en algo más "personal", o más doloroso según se mire.

'Star Trek II: La Ira de Khan' es un juego de intelectos: no entre un ente sin vida que comienza a dar sus primeros pasos a la consciencia y una tripulación asombrada, sino entre un hombre mejorado y una tripulación que le descubre como superior a sus fuerzas.
Como bien dice el propio Khan, la venganza es un plato que se sirve frío, y no hay nada tan frío como el espacio. Capaz de alienar a cualquier persona hasta las últimas consecuencias, dejándole extraño para la vida normal, quizás demasiado aislado como para perseguir nada más. Cuando las estrellas eran la última frontera, a qué más se puede aspirar.
Las palabras de Bones tampoco caen en saco roto: "salga de estas antiguallas capitán... antes de que se convierta en una". Kirk ve pronto un futuro solitario y le falta tiempo para volver al puente de mando, ni que sea porque un antiguo enemigo le reclama.

En el fondo, casi se podría percibir la relación de Khan contra Kirk como de lo poco salvable de su misión de cinco años, porque tras perder la amistad de conocidos y el amor de lo que ahora son desconocidos, ¿qué queda excepto el rencor de viejos amigos?
La tripulación del indio desterrado está satisfecha con haber escapado de su prisión arenosa y desértica, pero Khan solo vive para una venganza, quizá porque, como Kirk, no tiene mucho más por lo que vivir, o no se ha permitido vivir mucho más que eso.
En el espacio, lejos del hogar, acosado por las formalidades en combate de lo que pudieran ser amigos, solo los enemigos demuestran verdadero sentimiento. Una situación imposible de ganar, por mucho que se intente, parecida al entrenamiento que pasa la nueva recluta Saavik, con dos naves enemigas impidiendo el rescate de otra: al final se acabará perdiendo en el intento.

No por casualidad esta se distingue por ser la entrega más vibrante de su saga, y no es para menos: los sentimientos permanecen a flor de piel, en un escenario parecido a los antiguos mares, con enemigos por proa y novias que se dejaron en puertos abandonados.
Carol Marcus adquiere así el papel de todo lo que Kirk quisó y dejó pasar, una oportunidad para vivir una vida normal que el capitán desaprovechó como siempre, igual que dejó a Khan en el olvido, por no saber cuidar de las decisiones que toma al mando de su nave por un bien común. Hasta ahora siempre hacía trampas, y ganaba, quizá porque nadie supo que las hacía.

Pero, en esta situación imposible de ganar, el aprecio le gana la partida a la lógica.
La lógica dicta que por fin los miembros de la Enterprise perecerán en su misión, simplemente por no tomar las medidas necesarias. Pero el aprecio de Spock por su familia retuerce su corazón vulcaniano hasta sacar otra lógica distinta, igual de válida: merece la pena intentarlo todo porque el motor funcione y ponga a sus amigos a salvo.
Igualmente la lógica dicta que un esfuerzo tan loco se saldaría con desgracia, y el resultado se parece más a una victoria (aunque el dolor siga estando presente). Hay situaciones que escapan a la lógica, hay sentimientos que merece la pena rectificar.

Y el abrazo de un hijo a su padre, por primera vez en años, ambos dos sin tener mucha idea de qué hacer, es el mejor ejemplo de que, esta vez, la vuelta a casa no será tan solitaria.
El capitán volvió a salir de una situación imposible de ganar, casi se podría decir que haciendo trampas de nuevo. Pero si la trampa es que tu mejor amigo te enseñe a vivir por lo que importa, no por los errores pasados o los antiguos enemigos... se podría decir que merece la pena hacerla.
Charles
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