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Voto de Charles:
6
5,4
83
Drama
Chloe y Peter son una joven pareja que vive en Nueva York a la que un impulso les lleva a tomar la decisión de pasar su luna de miel en la Antártida. En mitad del viaje, Chloe siente que su marido le da más importancia a asuntos relacionados con su trabajo que al viaje romántico. (FILMAFFINITY)
5 de febrero de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La infinita estepa de la Antártida sirve de fondo a esta historia.
Una relación, plagada de pequeños gestos, confianzas, y a la vez intenciones ocultas.
Cosas que solo salen a la luz si se les da el tiempo suficiente para hacerlo.
'Red Knot', como tal, es una fortaleza imposible de penetrar.
Toda su narración permanece escondida al principio y solo, al transcurrir el tiempo como transcurren los días para los personajes, donde por primera vez nos daremos cuenta de qué es lo que realmente está pasando en ese bote camino a estudiar las especies animales más aisladas.
El diálogo sale de los personajes, y no deja huella alguna: tampoco es importante, o quizá nunca lo fue.
La relación entre Chloe y Peter es tan fantástica que se van de luna de miel mientras el segundo tiene como objetivo seguir su trabajo de investigación.
Al principio, qué cabría esperar de una pareja joven, se suceden los momentos de sonrisa y hasta casi de "miseria compartida" al darse cuenta de que puede que sus vacaciones no sean tan increíbles como hubieran pensado. Qué afortunadas, las parejas que no conocen la necesidad o la soledad.
A partir de ahí, se sucede un viaje a lo desconocido, pero no a ningún territorio, sino a los deseos de cada uno de ellos, que todavía estaban por desenterrar del todo.
Asistimos a un recital que una cámara atenta y detallista logra captar en toda su esencia: al progresivo desentendimiento de dos personas, contra su voluntad, casi contra su propia lógica.
Sucede cuando el recuerdo de una escapada pasional apenas queda en el recuerdo de unos dedos que tocaron el cielo, y ahora solo tocan triste plástico. También sucede cuándo se prescinde voluntariamente de la compañía del otro, o cuando apenas se logra ver durante unos instantes cómo levanta el párpado del sueño en el que le creíamos dormido. Son pequeños detalles, invisibles a la vista y casi a la nuestra, que se nos revelan en toda su progresiva crudeza.
Llega el punto en que las fronteras son demasiado grandes, demasiado impenetrables como para que alguien se pregunte cómo han llegado allí.
En un barco, rodeado por infinitos horizontes y continuos atardeceres, la vida puede ser muy limitada.
Creemos, y nos gustaría pensar, que las limitaciones están ahí para frenar a otros, amigos, conocidos, puede que extraños. Que lo que otros nos confiesan a media voz casi en tono de disculpa nunca nos pasará a nosotros, somos demasiado jóvenes, sabemos demasiado, no hay peligro.
Este viaje a la Antártida, sin embargo, es la confirmación de que nunca seremos tan inocentes, o perdonaremos con tanta facilidad. Que el tiempo desgasta, y lo hace con todo, a partir de ahí cada uno ve como puede frenar su imparable paso.
No hay salidas fáciles, cuándo pensamos que siempre las habría.
Pero también confirma que igual que pasa la felicidad, pasa la tristeza. Nada nunca es eterno, no cometamos el error de pensarlo.
Excepto los anhelos: esos siempre serán eternos, aunque puedan cambiar fácilmente.
Una relación, plagada de pequeños gestos, confianzas, y a la vez intenciones ocultas.
Cosas que solo salen a la luz si se les da el tiempo suficiente para hacerlo.
'Red Knot', como tal, es una fortaleza imposible de penetrar.
Toda su narración permanece escondida al principio y solo, al transcurrir el tiempo como transcurren los días para los personajes, donde por primera vez nos daremos cuenta de qué es lo que realmente está pasando en ese bote camino a estudiar las especies animales más aisladas.
El diálogo sale de los personajes, y no deja huella alguna: tampoco es importante, o quizá nunca lo fue.
La relación entre Chloe y Peter es tan fantástica que se van de luna de miel mientras el segundo tiene como objetivo seguir su trabajo de investigación.
Al principio, qué cabría esperar de una pareja joven, se suceden los momentos de sonrisa y hasta casi de "miseria compartida" al darse cuenta de que puede que sus vacaciones no sean tan increíbles como hubieran pensado. Qué afortunadas, las parejas que no conocen la necesidad o la soledad.
A partir de ahí, se sucede un viaje a lo desconocido, pero no a ningún territorio, sino a los deseos de cada uno de ellos, que todavía estaban por desenterrar del todo.
Asistimos a un recital que una cámara atenta y detallista logra captar en toda su esencia: al progresivo desentendimiento de dos personas, contra su voluntad, casi contra su propia lógica.
Sucede cuando el recuerdo de una escapada pasional apenas queda en el recuerdo de unos dedos que tocaron el cielo, y ahora solo tocan triste plástico. También sucede cuándo se prescinde voluntariamente de la compañía del otro, o cuando apenas se logra ver durante unos instantes cómo levanta el párpado del sueño en el que le creíamos dormido. Son pequeños detalles, invisibles a la vista y casi a la nuestra, que se nos revelan en toda su progresiva crudeza.
Llega el punto en que las fronteras son demasiado grandes, demasiado impenetrables como para que alguien se pregunte cómo han llegado allí.
En un barco, rodeado por infinitos horizontes y continuos atardeceres, la vida puede ser muy limitada.
Creemos, y nos gustaría pensar, que las limitaciones están ahí para frenar a otros, amigos, conocidos, puede que extraños. Que lo que otros nos confiesan a media voz casi en tono de disculpa nunca nos pasará a nosotros, somos demasiado jóvenes, sabemos demasiado, no hay peligro.
Este viaje a la Antártida, sin embargo, es la confirmación de que nunca seremos tan inocentes, o perdonaremos con tanta facilidad. Que el tiempo desgasta, y lo hace con todo, a partir de ahí cada uno ve como puede frenar su imparable paso.
No hay salidas fáciles, cuándo pensamos que siempre las habría.
Pero también confirma que igual que pasa la felicidad, pasa la tristeza. Nada nunca es eterno, no cometamos el error de pensarlo.
Excepto los anhelos: esos siempre serán eternos, aunque puedan cambiar fácilmente.