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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama Segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de su mentor, el conocido misionero Padre Ferreira. Los últimos rumores indican que, tras ser perseguido y torturado, Ferreira ha renunciado a su fe, algo difícil de creer para los sacerdotes que parten en su búsqueda. En Japón ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que las autoridades japonesas persiguen a los cristianos, a los que ... [+]
12 de enero de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Pasó Jesús también por esto?"
Es la pregunta que el joven padre Sebastiaõ Rodrígues formula en algún momento de esta odisea de fe.
No busca respuesta, en el fondo ya la sabe, pero no por eso puede dejar de plantearse, con cierto orgullo herido... "¿por qué?"

De miles de diminutos, incisivos y mordientes "¿por qué?" está cimentada la fe que retrata 'Silencio'.
Y es aún más dura de sobrellevar cuando Scorsese establece que, tras las preguntas, solo queda la más absoluta nada.
Como si el Creador no supiera responder (y si él no sabe, qué vamos a saber nosotros). O como si... el Creador no quisiera intervenir ante nuestras dudas, nuestras faltas y los vociferantes silencios entre medias.

'Silencio' es otro viaje al corazón de las tinieblas, pero uno que desde el principio ha sido asumido como tal, con todas las miserias que traerá dar su primer paso.
"Nuestra fe cristiana nos protegerá" piensan el padre Rodrígues y el padre Garupe, a la búsqueda del padre Ferreira.
No puedo ser el único que piensa que algo falla cuando las creencias se visten de escudo, y no de ofrecimiento.

La guerra de los dos padres en el Japón del S. XVII es desesperadamente silenciosa: el vacío callado que les oculta del Inquisidor y sus torturas es el mismo a través del cual Dios se niega a comunicarse, dejando que el espacio se llene con un batallón de grillos, sonidos de lluvia y gorjeos aislados.
Ante eso, ambos padres sacan fuerzas de flaqueza y deciden establecer la voz de Dios a los campesinos, rezando cada día porque el Señor vuelva a iluminarles.
Las miserias de los fieles es el único fuego que arde en su causa: "tú fe me da fe, Mokichi", dice Rodrígues, dejando a Dios sutilmente fuera del cuadro, como un extraño que se han cansado de esperar.

Martin Scorsese buscaba esto precisamente: el triste momento en que la voz del Evangelio no basta, y el cristiano debe asumirla, aunque pueda perder la perspectiva al hacerlo.
Me duele pensar que Rodrígues cree que su sudor es equiparable al de Cristo. Me duele pensar que Rodrígues y Garupe dejan que sus fieles se entreguen, se humillen y se calumnien por una causa yerma en tierra hostil. Me duele que, aunque hayan perdido la vista del rostro divino que les inspiraba, sigan viéndolo en su propio rostro.
Así es la fe: duele.
Y es un punto que Scorsese, con años de experiencia y sabiduría, no intenta justificar, dulcificar o glorificar: simplemente lo acepta, sin más, convencido de que cada cual es libre de creer, pero también estableciendo que solo eso ya es meterse en una niebla de dudas y emociones, que no por "divinas" son menos traicioneras.

El silencio se agazapa en cada momento del viaje de los padres, dispuesto a saltar sobre la yugular de nuestra creencia.
Aprendemos a temerlo, como una prueba de nuestra infinita soledad y falibilidad.
Pero, cuando se apagan los gritos, los parlamentos, los sufrimientos y las lágrimas... hay otro tipo de silencio, uno más puro que el anterior. Antes había que alzar la voz sobre él, ahora solo hay que dejar que te inunde.

En ese silencio, se oye una voz.
Puede que sea la de Dios, puede que sea la tuya.
Pero es la única que consigue bajar el escudo hiriente de nuestra ignorancia y nuestras emociones.
El Infierno lo pasó Dante, la traición la sufrió Judas. Que nadie espere conseguir la fe sin haberla perdido.

(Gracias Martin Scorsese, por semejante experiencia épica y absorbente.
La expresión "ya no se hacen películas así" se inventó para ocasiones como esta)
Charles
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