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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Comedia. Drama Película dividida en historias independientes a través de las cuales Jim Jarmusch presenta el panorama nocturno de cinco grandes ciudades (Los Angeles, Nueva York, París, Roma y Helsinki), con un taxi, y lo que en él ocurre desde el anochecer hasta el amanecer de un mismo día, y obviamente con diferentes personajes, como hilo conductor. (FILMAFFINITY)
30 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No habrá lugar más indigno que el taxi.
Lugar estricto de paso, breve nota a pie de página en cualquier viaje, hermano feo del transporte.
Casi disculpado de llevarnos de aquí para allá, y sin embargo ha encerrado en su cabina más conversaciones que en toda la línea telefónica, pues el anonimato del conductor distrae nuestras restricciones sociales. Y no existe mejor inicio que un "¿a dónde va?", esa pregunta primordial que nos hacemos todos.

Digamos, por un momento, que Jim Jarmusch ha querido hacer un fresco del taxi.
Que ha querido, por un breve tiempo, dignificar un lugar que para nosotros no significa tanto dándole un lugar entre lo clásico, simplemente porque lo merece, porque nos radiografía sin darnos cuenta.
Mirándolo así, ¿no se puede decir que una conversación de taxi no ocupe el lugar de una antiguo coloquio entre filósofos? ¿no podría ser el taxi la moderna plaza donde griegos de todas las condiciones conversaban de todo y de nada?

Dos mujeres, con considerable diferencia de edad, dicen "mierda" a la vez, en un aeropuerto de Los Ángeles. Una prueba de que los extremos se tocan, y no será la única.
En la cabina vemos pasar a una adinerada descubridora de talentos con una sencilla mecánica sin ambiciones. A un inmigrante bienintencionado con un chulo, a la postre también bienintencionado. A un prejuicioso curioso que se siente fascinado por una ciega borde. Está también el charlatán sinvergüenza que que solo necesita confesor, ni que sea mudo. Y el estoico conductor que trabaja cuando los demás lo han pasado bien.
Caras, pero también matices. Trozos de una Tierra que, al final, siempre intenta tratar consigo misma, aún a pesar de todas las diferencias que podrían apartarnos. Porque hay algo de providencia en esos encuentros, y desde luego para cada uno de ellos quedará lejos de ser recordada como otra noche más.

Más que denunciar o subrayar, las palabras son la guía, también los silencios o los cigarrillos encendidos en complicidad.
Al fin y al cabo, asistimos a la otra cara del mundo: la nocturna, de solitarios en busca de otra razón para enfrentar el día de mañana, quizás cuando ni ellos mismos se dan cuenta de que la buscan. No deja de ser la oscuridad el mejor de los aliados para confesarse a un desconocido, cuánto más de madrugada mejor.

Las ciudades, en ese sentido, también son protagonistas: no se deja un rincón sin recorrer, o una calle secundaria sin cruzar.
Allí, en esas zonas donde la vida duerme, es donde la noche se transforma en otra cosa, en una oportunidad, en un ruego, en un consejo, en una simple palabra o una (no) mirada. Todo es cuestión de buscarlo.

Casi que diría que el hombre del final, tirado en la acera, aturdido y recibiendo los buenos días ajenos como puñetazos somos nosotros.
Ha sido un viaje largo, y los solitarios que fuman cigarrillos vuelven a sus guaridas con la primera luz del día. No quiere decir que no vayan a surgir, inesperadamente, en cualquier momento, en nuestra memoria.

Es lo que tiene decir las cosas sin aparente sentido: que acaban teniendo más del que les concederíamos.
Charles
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