Qué gracioso leer tanta crítica negativa a esta película.
Le dan sentido a su clímax final, en el cobra vida a una monstruosidad cuyo único objetivo es matar críticos y haters, clara señal de un Kevin Smith que debe estar hasta las narices de sus tonterías.

Tanto es así, que 'Yoga Hosers' parece especialmente diseñada para ellos: la coherencia y la rigurosidad saltan por la ventana, los actores se están divirtiendo demasiado, y podría ser que, en el fondo, esta película no busque agradar a nadie que no sepa disfrutar con una trama absurdamente mamarracha.
¿Qué faena, no? Ir el primero con cuchillos en alto para machacar a Smith (one more time) y darte cuenta de que él te levanta el dedo para que te subas y bailes. Besis de fresi para todos, tranquilos que ya os llegará otra con más ambiciones para que os sintáis importantes dándole cera.

A los demás, a los que entienden que no todo el cine debe ser serio ni trascendental, a los que eligen reírse con la broma en la hora y media que dura... esos, están de enhorabuena.
Porque 'Yoga Hosers' es un magníficamente ridículo cómic filmado, sobre dos adolescentes dependientas de la típica tienda de alimentación, enfrentándose con ayuda de un detective franchute a una repentina invasión de hombres-salchicha nazis, en una escalada de locura que a poco que la dejes te va a sacar más de una carcajada.
Como segunda parte de la trilogía "True North", dedicada a Canadá y sus historias locas, todo parece tan asombrosamente absurdo que debe ser cierto: no olvidemos que la primera parte de la trilogía, 'Tusk', se basaba en un anuncio real sobre un anciano pidiendo compañía en traje de morsa.

La cosa, por si fuera poco, no se queda ahí, sino que tampoco pierde la oportunidad de dar algún que otro apunte sobre una juventud amuermada y pasota, que elige ver pasar la vida tras cajas registradoras en turnos de noche interminables.
Colleen C. y Colleen M. son parte de esa realidad, la pasan como pueden a diario, y por si fuera poco son ninguneadas por sus propios clientes, abroncadas por sus profesores, tontamente tratadas por sus padres e ignoradas por la policía cuando se desata el caos. Solo se tienen la una a la otra, y hay que dar gracias a la más que probable química de Harley Quinn Smith y Lily-Rose Depp tras la pantalla, para convencernos de que son lo mejor que pueden tener: juntas se les acaban las preocupaciones, pasando el rato o cantando juntas, ajenas a los tontacos y el aburrimiento.
La vida del adolescente dependiente cara al público no está tan mal cuando tienes una amiga con la que poder hacer yoga, es el inocentón mensaje de esta película, tan azucarado y simplón algunas veces que se hace hasta simpático.

Pero que nadie se preocupe, contrarrestando el azúcar hay una conspiración para resucitar el improbable Reich canadiense, que nadie se podía imaginar que tendría su territorio bajo una tienda de alimentación, y estuviera dirigido por un científico chiflado con cierta querencia por famosos actores norteaméricanos: otra prueba de que la realidad supera a la ficción, cuando se entera uno de que el nazi canadiense Adrien Arcand es un verdadero personaje histórico.
A la fiesta se suman un Johnny Depp orgullosísimo de interpretar un inútil estereotipado (¡mirad críticos, otra razón para apalearle! ¡quejaos, los que os ofendéis por todo!) y unas onomatopeyas de golpes en la lucha final, por si no te habías dado cuenta de que no hay ningún motivo por el que tomarse esto en serio.

Los que quieran experimentar un poco del "verdadero Norte" están invitados a la fiesta.
A los que no, ojalá vaya un gigantón charcutero nazi con máscara de hockey a repartiros alegría: os lo dedica vuestro odiado favorito, Kevin Smith.