De entre todas las sagas fantásticas, quizá valdría la pena echar un vistazo a 'Las Crónicas de Narnia'.
Una saga que ha ido (mal)viviendo (mal)herida entre los márgenes del género, lejos de la admiración de 'Harry Potter' o 'El Señor de los Anillos', y que se ha apoyado en el más inocente imaginario de C.S. Lewis como diferencia, pero ante todo como seña de identidad.
Quizá, lo que subyace en el tono de Narnia no es una subtextual mirada a la vida adulta, sino al patio de juegos de la vida juvenil.

En 'El Príncipe Caspian' el mayor punto de interés reside en el retorno de los cuatro hermanos Pevensie a Narnia, tras haber estado ausentes miles de años, y ser recordados por haber reinado con justicia en el pasado.
Mientras tanto, Narnia se ha visto conquistada hasta el punto de que sus seres se han recluido en la naturaleza, y los hechizos de la Bruja Blanca son sustituidos por acuerdos de territorios entre los telmarinos, una realeza de guerreros hispanos y mediterráneos, que reclaman para sí una tierra que antes fue de leyenda.

Es significativo el regreso de los cuatro hermanos a lo que durante tanto tiempo fue su hogar: recuerdan haber sido adultos y haber vivido aventuras, pero volvieron atrapados en cuerpos de niños, y tanto tiempo en el mundo real (un Londres donde se adivina la sombra de la 2º Guerra Mundial) parece haber acabado con su fe en aquel mundo, sobre todo en Peter y Susan, los más mayores.
Ellos, los niños que antes "jugaban" en ese "patio de recreo" que fue Narnia, donde fueron reyes, cada vez ven más lejana esa existencia, y ahora es más una tierra salvaje a la que defender, ya sin esa ayuda de la magia, entendida como fantasía, personificada en Aslan, el sumo monarca que también se convirtió en leyenda.

La cruzada de los Pevensie se iguala a la del Príncipe Caspian, heredero al trono desterrado, pues los cinco son apenas niños que empiezan a dar sus primeros pasos ante una realidad "adulta" (personificada en los telmarinos) que amenaza con conquistar su "patio de recreo".

Al final, se vive un cambio, Narnia ya no es la fantasía de ayer, pero si será el recuerdo de mañana, un recuerdo que se ha transformado para los Pevensie, donde realmente pasaron de niños a adultos.
El sutil plano secuencia que nos lleva de la tierra mágica a la estación londinense lo certifica: podemos haber crecido, pero la mayor conquista es haber recuperado algo de la magia de esa infancia que se antojaba lejana.