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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama. Fantástico. Terror Joseph se dirige a visitar a su padre moribundo en un tren donde tanto el paisaje a través de las ventanas como los pasajeros, en aparente trance, y el propio estado del vehículo conforman un escenario que escapa a la razón. Sensación que se mantiene tras la llegada al sanatorio en el que está ingresado su padre, pues la curiosa estructura del edificio unida a su decadencia extrema no se ajusta a las expectativas concebidas sobre ... [+]
20 de marzo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El camino se hará su propio camino."
Comienza elocuente, y así seguirá.

No hay entrada fácil o lógica al reino de la clepsidra, y así mejor será.
Entre las paredes del sanatorio caben la infancia, la vejez, la vergüenza o la tristeza, todo a la vez. con recuerdos a medio cocer que quizás nunca sucedieron, o por fin se han sucedido como debieron la primera vez.
Sea como sea, todos hemos querido meternos debajo de la cama, y aparecer en esa jungla primitiva donde ganamos todas las batallas que alguna vez importaron.

'El Sanatorio de la Clepsidra' es un monumento a lo que Bruno Schulz, autor de los relatos en los que se basa, tuvo a bien llamar "el tiempo de segunda mano".
Un derroche de imaginación, un caudal continuo e infinito de escenarios y situaciones que no descansan, no paran ni flaquean, y obedecen a una "lógica de sueño" tan absurda como entrañable.
Sí, aquí cabe encontrarse con la mujer de tus oscuros deseos en una cama en medio del bosque, huyendo de soldados de juguete, mientras el revisor del tren te pide los billetes y te insta a que te metas debajo de la cama para hablar con tu padre al otro lado de las telarañas.

No puedo, ni quiero, encontrarle sentido.
Un delicioso sentido optimista recorre a su protagonista, Józef, mientras trata de preguntarse y autorresponderse con los fragmentos de su propio pasado, persiguiendo a su padre como elemento constantemente esquivo y siempre activo, nunca mirando al tendido (lo que podría haber sido el mal común del cine pretendidamente artístico).
Él, como nosotros, ha llegado al sanatorio buscando a su padre en tratamiento, y solo se ha encontrado que allí él no ha muerto todavía, y que existe la posibilidad de reencontrarse consigo mismo cuando era un chaval, viviendo a la sombra de una guerra que no había sucedido y eternamente enamorado de la prostituta que le hacía despreciar a sus vecinos judíos.

Sucede así un recorrido alucinado, verborréico, ilógico, por la historia polaca, por el pueblo de Galitzia (uno de esos cenagales de casas apiñadas por los que nunca pasa nada hasta que pasa la guerra) y por el alma de su padre, siempre contradictoria, siempre capital en sus recuerdos.
Realmente, solo hay que relajarse y disfrutar del viaje: múltiples planos secuencia construyen y pueblan el espacio, de manera sosegada pero progresiva, haciéndonos pasar de la tétrica casa-barco donde habitan remanentes automáticos de personajes ficticios que se creyeron importantes (tal cual) al banquete de pueblo en cántico donde los niños judíos siempre esperan un bocado que sus decrépitos mayores han dado antes.
Siempre hay una rendija, un bajo de mesa, un pasadizo a los pies de la cama, un armario destartalado, que permite escapar cuando el tiempo deja de ser prestado y pasa a ser peligroso, cuando se impregna de muerte, decadencia y violencia.

Así se pasa la vida.
Así nos pasamos la vida, en realidad.
Qué pena que nos damos cuenta de su maravilla y absurdo ilimitado cuando el surrealismo de propuestas como esta la pinta mejor de lo que nos había quedado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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