Me ha hecho gracia ver a Toni Cantó travestido, tiene mucha gracia verlo llorar por sus actos sexuales, con ese pelucón y un maquillaje esmeradísimo. Con el tiempo, a día de hoy, adalid de la nueva derecha mientras no hace mucho, de esta guisa. Ahora es político, claro, otro tipo de trabajo, de traje, corbata y discurso. Y con Almodóvar, como actor lamentable y eje explicatico de "Todo sobre mi madre", tal cual suena, un travestido con sus testículos totalmente eficaces, capaz de preñar a Cecilia Roth y a Penélope Cruz.

Lo peor de todo no es el grito de terror que he dado al ver a Cantó así, en el fondo me ha hecho gracia teniendo en cuenta lo que es en la actualidad, lo peor de esta película ganadora de un Óscar (vaya tela con los yankis) es que ni emociona ni transmite nada. No soy un detractor absoluto del director manchego, he llegado a pasármelo en grande con alguna de sus realizaciones y muchas películas rajadas por muchos las considero muy interesantes. Porque todos sabemos que el Almodóvar desatado utiliza elementos muy vistos en su filmografía, sin embargo, esa repetición no tiene por qué cansar, ya sabemos de qué va y a veces le va bien. Aquí no, no funcionan las putas, los yonkis, los transexuales... Ni siquiera la monja sidosa, extraordinario bofetón al derechismo, es un elemento subyugador, ni la magistral Marisa Paredes, muy por encima de Cecilia Roth. No, la mezcla aquí no da buenos resultados, porque cada vez que aparece Antonia San Juan dan ganas de apagar la tele e irse (qué bochorno de monólogo, lamentable), por la epidérmica historia del adolescente que quería ser escritor, por lo que sea, por Toni Cantó también, claro, la cuestión es que el entramanado no me ha convencido.

Para ganar el Óscar (y más) desde luego sí que le sirvió, y es que en esto de saberse vender a los yankis el bueno de Pedro Almodóvar sí que es un maestro. Eso sí, la imagen que ofrece de España es para descojonarse...