Kobayashi no se encuentra entre los más conocidos directores clásicos japoneses y apenas un par de sus películas pueden aparecer en esas odiosas e injustas listas de mejores películas (en este caso japonesas) de la historia. "Harakiri" seguramente, "El más allá" como mucho. Es una lástima, yo he visto mejores películas rascando en su filmografía que en la de otros más conocidos, pero no he venido a hablar del director, no he venido a compararlo ni a clamar al cielo por su injusto arrinconamiento. Cada uno que mire lo que quiera, lo que está claro es que el que llegue a esta posada del mal ya conocerá de sobras el cine de Kobayashi y reconocerá sobradamente el timbre de voz de Nakadai.

Es evidente que uno llega aquí porque quiere, no es casualidad. Debo confesar que no es el mejor título, que es una película para completar filmografía pese a que arranca como un torbellino y promete más de lo que realmente ofrece. Vaya, ahora escribiré que de Masaki Kobayashi siempre espero demasiado y que me ha decepcionado ligeramente. Cuando tuvo que desatarse la violencia optó por las elipsis y a la hora de intentar tocar la fibra lo consiguió más con la historia de un secundario que confiesa sus desgracias que no con los protagonistas que forman la clientela habitual de una taberna muy especial.

Kobayashi y el mal, que siempre rodea su cine. En este caso alrededor de una isla que es habitada por un grupo de personajes que se dedican al contrabando, alejados de la sociedad y con cierta tendencia a la desilusión. Nakadai el primero. He echado de menos mayor protagonismo del actor fetiche de Kobayashi. Una lástima, a mi entender una historia así y un director así me hacía espera mejores cosas, más cosas. Eso sí, rememoro los candiles durante la noche y la aceledara última parte (algo habitual en sus películas, lo mejor llega en el último momento) y llego a la conclusión que Kobayashi siempre merece la pena.