La apuesta de "La vida futura" es muy arriesgada para la época en la que está anclada su realización, unos años treinta en el que el cine descubría constantemente sus fronteras. Las primera películas de los primeros géneros aparecían ante el espectador, no es que la comedia romántica vendiera más, o las del oeste, o las de terror, prácticamente en los años treinta aún quedaba todo por hacer y cualquier paso adelante era arriesgado porque era nuevo. La ciencia-ficción empezó también algún día y tal vez con esta película de William Cameron Menzies de 1936 se da un pistoletazo de salida crucial, con un tal H.G. Wells como ideólogo, lo cual no es poca cosa.

Es cierto que la película peca de grandilocuente y pierde por la ausencia de una mayor proximidad a una historia concreta. Los discursos generales priman sobre los contenidos individuales y la película sencillamente quiere abarcar demasiado. Nada menos que un siglo de destrucción global a lomos de la tecnología, con independencia de las ideologías, que por suerte quedan arrinconadas. Lo importante es la evolución de la sociedad a través de la destrucción bélica, con la ciencia como mejor arma al servicio de esa destrucción. A menudo con las buenas intenciones no basta, son muchas las ocasiones en las que no es suficiente con tener el sano objetivo de mostrar un mensaje definido, sea el que sea. Para hacer buen cine se necesita algo más.

Pese a su cojera de partida, la película funciona, pese al dilatado tramo de tiempo que abarca y la ausencia de un protagonista definido. Hay unos escenarios que se ven modificados con el paso de los años, siempre el mismo y siempre diferentes, una "involución" lamentable de la sociedad y una moraleja nada despreciable. A las puertas de la IIªGM, eso es algo que sólo sabemos nosotros, el miedo a una destrucción global ya recorría por las espinas dorsales de algunos visionarios. Nada mal, no está nada mal...