Lo mejor: el mayúsculo entretenimiento audiovisual que ha logrado urdir un tal David Sandberg partiendo de un mecenaje popular, en territorio estadounidense, que se ha convertido en todo un fenómeno de masas; los efectos especiales, dignos de una multimillonaria producción, maravillan sin remedio (a excepción de algún que otro efecto retrospectivo un tanto mediocre que, aún así, aporta encanto a la pieza); el largo y justificado listado de halagos vertidos sobre la obra, algo a lo que sin duda ha contribuido la participación del mítico David Hasselhoff prestando su talentosa voz al único tema oficial de la misma (un precioso vinilo contiene otros pero este es, sin duda, el principal).

Lo peor: la infinita irracionalidad de la trama, a la que no se la puede encontrar un ápice de sentido y, de hecho, tampoco se ansía lo contrario; la innecesaria sátira dirigida hacia el típicamente recurrido Adolph Hitler, merecidos odios y rencores a parte, termina por vulgarizar un poco el cortometraje; el escaso carisma, inversamente proporcional a sus dotes direccionales, del propio autor ejerciendo de valeroso justiciero, originado a raíz de muy misteriosas circunstancias.

Daniel Espinosa
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