Confieso que cuando salí de la sala, me encontraba totalmente desubicado. Por un lado, había disfrutado como un enano con Chappie y sus "padres" gangstas haciendo el garrulo, y por otra, me habían abochornado un poco (bastante) los personajes de la película, todos estereotipados y maniqueos. En principio le iba a poner un 5, por lo entretenido y poco más, pero...

Llevo un día dándole vueltas a la cabeza a "Chappie" y todo lo que nos ofrece. Y, la verdad, nos ofrece mucho más de lo que a simple vista parece exhibir,

"Chappie" habla de la educación. La educación de un niño que crece rápido y es totalmente influenciable por todo lo que sucede a su alrededor. Chappie se cría con unos macarras de medio pelo que le enseñan la importancia de la violencia para hacerse valer, aunque también recibe lecciones de su "creador": las cosas buenas de la vida, y la importancia de ser buena persona. Es curioso que cuando Chappie realmente madura, y experimenta las dos vertientes de la vida*, no se decanta por ninguna de las dos, sino que se queda con un poquito de cada cosa. Encuentra la virtud entre la maldad y la bondad. De ahí que los personajes sean tan maniqueos. Resultan forzados a posta. El director te lo está diciendo: ni una cosa ni otra. Aquí hay que querer y odiar al mundo a partes iguales.

Y ya no hablemos de ese final, con un mensaje tan desalentador*, aunque en la cinta aparece como algo bonito.

En definitiva, no todo es lo que parece ser en esta cinta. Hay más cosas más allá de sus gracietas.