El cuarto hombre pesó mucho para que una década después Hollywood encargara a Paul Verhoeven Instinto básico. Ambas comparten un mismo esquema de thriller con alto voltaje sexual, mujer misteriosa que combina seducción y peligro, personaje secundario homosexual, intriga y sorpresas de guión ¿he dicho sexo? Sí, mucha carga sexual.
Donde Verhoeven se muestra con la libertad y capacidad de riesgo que le caracterizó hasta avinagrarse en las Americas es aquí, en esta película hecha en su Holanda natal un par de años antes de la estupenda Los Señores del acero, y tras haber realizado un estimable muestrario de cine repleto de energía creativa: Vivir a tope, Eric oficial de la reina, Delicias turcas...
El cuarto hombre recuerda un poco al cine Cronenberg de finales de los 70, en el diseño de producción y fotografía, en el aire enrarecido casi orgánico que rodea a los protagonistas. Atentos a la escena de las tijeras. Pero en conjunto es una estimable película única, muy arriesgada para la época y muy valiente a la hora de elegir la manera de contarnos los misterios de esta aparente comehombres y las consecuencias que la religión provocan en la mente del protagonista. A los que se crean perdidos en algún momento de su metraje decirles que al final encaja todo.