Esta película es parte ya del inconsciente colectivo. El personaje de Hannibal Lecter ha trascendido (independientemente de las secuelas) a ser parte de la cultura popular de los últimos tiempos. Y fue gracias, no solo a la extraordinaria interpretación de un, por aquel entonces, desconocido Anthony Hopkins, sino por la narrativa tanto de Thomas Harris como de Jonathan Demme.
Hay que decir que la adaptación de la novela es todo un calco, con lo que parte del mérito de esta obra maestra corresponde por supuesto a Harris.
¿Y qué decir de la cuasi-desconocida (en su momento) Jodie Foster?
¡Qué registro, qué personalidad, qué brillantez!
En cuanto a la fotografía y la dirección, también para quitarse el sombrero.
Si luego ha habido infinidad de películas que han intentado emular a esta, por algo será.
Y desde luego, lo mejor son los diálogos en el corredor de Lecter, por encima incluso de la trama Bufalo Bill y el buenísimo final.