Sin duda uno de los géneros que mejores sensaciones puede despertar al buen cinéfilo es el de aventuras. Pero me refiero principalmente a las aventuras clásicas de toda la vida. Historias que se enmarcan en exóticos lugares, con tesoros perdidos a buscar y dos facciones en pos de él. El mejor ejemplo es la saga de Indiana Jones, pero con esta primera entrega de "Piratas del Caribe" no solo nos dieron un grandísimo título de aventuras, sino que puso en su sitio a los piratas.
Las películas de piratas tuvieron su éxito en la época del blanco y niegro, pues hasta este momento no hubo suerte en modernizar el género.
Pero Disney acertó de lleno con esta saga, por muchos factores perfectamente cocinados para triunfar.
Partimos de la base de un gran presupuesto, con un diseño de producción bestial con barcos que si no están hechos a escala, lo parece. Espectaculares decorados, exteriores y vestuario nos plantan perfectamente en el Caribe de los siglos XVII y XVIII.
El argumento combina perfectamente el sabor de las aventuras clásicas, con ajustados toques de humor y acción a base de espadas y batallas navales. Hay tiempo para casi todo en su largo (que no pesado) metraje. No faltan los guiños sutiles a los famosos videojuegos de la "isla de los monos", muy mitificados por la nostalgia del recuerdo pero igualmente queridos por el público treintañero.
Añadamos al cóctel una pizquita de fantasía. Pero lo justito. Simplemente una maldición que convierte a los piratas en muertos vivientes, pero siempre desde un punto de vista cómico, que no se nos asusten los niños. De esta forma agregamos una buena dosis de efectos especiales al conjunto.
Pero, ni con todo eso, podríamos garantizar el éxito. ¿Qué falta? Pues sin duda unos personajes carismáticos. Si Orlando Bloom y Keira Knightley representan el arquetipo del héroe al rescate de la doncella, Jack Sparrow (Johnny Depp) es el ingrediente perfecto para rematar la receta.
Su divertidísimo personaje termina acaparando toda la atención y llenando la pantalla cada vez que aparece. Es gracioso, y con su doble moral no parará de cambiar de bando para terminar mostrándose como un pirata bueno, que es y siempre será el alma de esta saga.
Aunque no lo parezca, su personaje realmente es secundario, al menos en esta primera parte. Un poco eclipsado queda el capitán Barbossa (Geoffrey Rush), que en realidad actúa mejor que el propio Depp.
Ya tenemos montado un pelotazo de película para la taquilla pero que la crítica no destrozará. De todas formas, ya que estamos, le ponemos una majestuosa música de Klaus Badelt con influencias de su maestro Hans Zimmer, y ya tenemos una de las mejores películas de aventuras de las últimas decadas.