El thriller psicológico es uno de los géneros favoritos de los amantes del buen cine, y El club de la lucha es todo un referente en ese apartado.

David Fincher cuenta casi su filmografía con pequeñas obras maestras, y se debe, en parte, a su gran capacidad para ambientar las historias que cuenta. Si juntásemos los premios que se dan a mejor diseño de vestuario, mejor fotografía, mejor banda sonora o mejor dirección artística, nos saldría algo así como un premio a la mejor ambientación. Gente como David Lynch, David Fincher, Martin Scorsese o Clint Eastwood son maestros en eso, y serían candidatos cada año. En El club de la lucha, además de esa genial atmósfera, nos encontramos con una narración fluida que mezcla la voz en off con la acción directa, haciendo esto que el desarrollo sea muy fluido y que no queden cabos sueltos. A eso contribuye el genial guión, que pese a ser enrevesado, es transparente y no oculta nada que no deba estar escondido desde la perspectiva que se nos cuenta. Si a esto unimos el soberbio montaje y el diseño de escenas de Fincher, nos encontramos con una película fantástica, a la que solamente puede achacársele escurrir el bulto en un par de ocasiones.

Edward Norton es un coloso. Uno de esos actores capaces de enfrentarse a cualquier papel y salir victorioso. En el registro que nos ocupa, Norton no es un novato, y brilla al nivel al que nos tiene acostumbrados con su capacidad para expresarse con su cuerpo, encorvándose o poniéndose firme cuando es necesario o variando la expresión facial con una facilidad insultante. Brad Pitt es otro de los gigantes de esta generación de actores, y en El club de la lucha vuelve a demostrar que no hay papel que se le resista y que es uno de los actores con más registros del panorama actual, amén de ser uno de los guapos oficiales de Hollywood. Helena Bonham Carter completa el reparto principal con un papel que parece hecho para ella, muy en su línea "desequilibrada". Dibuja un personaje con matices dentro de su básico colorido, y eso no es nada fácil.

Resumiendo, que es gerundio: El club de la lucha es un clásico que ganará importancia con el paso de los años (se puede comprobar viendo la dimensión que ha alcanzado pese a su corta edad). Fincher es uno de los mejores directores de la actualidad y no se cansa de recordárnoslo. Aquí, además, cuenta con la colaboración de dos actores como la copa de un pino, dispuestos a convertir en oro (casi) todo lo que tocan. Con esa combinación, ¿qué puede fallar?