Un final sobrecogedor, más aún si el tema de la banda sonora, que acompaña a Shaun en la última escena hubiese sido el original de los Smiths.
El pequeño llega al mismo sitio donde antes se escondía del resto cuando se sentía excluido, una barca abandonada en la orilla. Con una pequeña diferencia: ahora ya no es un niño y es su mirada lo dice todo en la última toma tras tirar la bandera al mar. Una bandera que le hizo sentirse uno más entre todos los skinheads, pero que ahora rechaza porque eso también duele. Ni hay buenos, ni hay malos. Todos están atados por sus prejuicios. Nadie se libra de ellos, ni tan siquiera Milk.

La fotografía es muy interesante, al igual que la banda sonora, que acompaña perfectamente al relato en todo momento.

Shaun ha aprendido más de lo que debía en unas semanas. La inocencia, la vulnerabilidad, los prejuicios, la soledad y, los pros y los contras de lo que significa el individualismo y el concepto de comunidad o pertenencia a un determinado grupo o colectivo son algunas de las cosas de las que habla esta película.