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Voto de Miquel:
8
7 de diciembre de 2011
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama bélico realizado por Kon Ichikawa (Japón, 1915-2008). Adapta la novela “Bruma No Tategoto” (1947), de Michio Takeyama, según guión de Natto Wada, pseudónimo de Yuniko Mogi, esposa del realizador. Se rueda en escenarios naturales de Myanmar (Antes Birmania) y Japón. Nominado al Oscar a la mejor película de habla no inglesa y al León de oro de Venecia, gana los premios San Giorgio y OCIC (Venecia). Producido por Masayuki Takaki para Nikkatsu Corporation, se estrena el 21-I-1956 (Japón).
La acción dramática tiene lugar en Burma (Birmania), en julio de 1945. La acción principal se desarrolla en el campo de prisioneros de guerra de la localidad de Mudon, sus alrededores y las vías de circulación circundantes. Los personajes principales son el soldado Mizushima (Yasui), aficionado a tocar el arpa birmana (instrumento musical sencillo, de construcción artesanal, que consta de 12 cuerdas), el capitán Inouye (Mikuni), al mando del pelotón al que pertenece Mizushima y la anciana (Kitabayashi).
Durante una misión cerda de un grupo de soldados japoneses que no quieren rendirse, el soldado Mizushima es herido y dado por muerto. En el camino de regreso, le es dado contemplar escenas escalofriantes de muerte y desolación. La pantalla muestra en cámara subjetiva escenas que ponen de manifiesto las consecuencias crueles y doloras de la guerra. No recoge secuencias de acción, sino solo muestras de sus estragos. Algunas imágenes contienen formas que recuerdan la iconografía aterradora de “El osario”, de Picasso. Pone en relación la descripción de los horrores de la guerra con la contemplación y la exaltación de la naturaleza, que se ve como fuente de vida y de belleza. La dibuja hermosa, generosa, acogedora, fértil y soberbia. La describe desde una visión panteísta predispuesta a divinizarla y adorarla de acuerdo con los postulados budistas que la sacralizan.
El estilo de la narración apuesta por la estilización lírica, el minimalismo expresivo y la depuración de las formas. Ofrece playas desoladas, llanuras yermas, montañas suavemente onduladas, silencios prolongados y gestos sumamente contenidos. Huye de la espectacularidad y el aturdimiento. En contraposición a la guerra, propone un conjunto de valores humanísticos relacionados con el compañerismo, el espíritu de servició a los demás, el altruismo, el sacrificio desinteresado y la práctica de la música y el canto como factores generadores de entendimiento y solidaridad entre las personas.
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La acción dramática tiene lugar en Burma (Birmania), en julio de 1945. La acción principal se desarrolla en el campo de prisioneros de guerra de la localidad de Mudon, sus alrededores y las vías de circulación circundantes. Los personajes principales son el soldado Mizushima (Yasui), aficionado a tocar el arpa birmana (instrumento musical sencillo, de construcción artesanal, que consta de 12 cuerdas), el capitán Inouye (Mikuni), al mando del pelotón al que pertenece Mizushima y la anciana (Kitabayashi).
Durante una misión cerda de un grupo de soldados japoneses que no quieren rendirse, el soldado Mizushima es herido y dado por muerto. En el camino de regreso, le es dado contemplar escenas escalofriantes de muerte y desolación. La pantalla muestra en cámara subjetiva escenas que ponen de manifiesto las consecuencias crueles y doloras de la guerra. No recoge secuencias de acción, sino solo muestras de sus estragos. Algunas imágenes contienen formas que recuerdan la iconografía aterradora de “El osario”, de Picasso. Pone en relación la descripción de los horrores de la guerra con la contemplación y la exaltación de la naturaleza, que se ve como fuente de vida y de belleza. La dibuja hermosa, generosa, acogedora, fértil y soberbia. La describe desde una visión panteísta predispuesta a divinizarla y adorarla de acuerdo con los postulados budistas que la sacralizan.
El estilo de la narración apuesta por la estilización lírica, el minimalismo expresivo y la depuración de las formas. Ofrece playas desoladas, llanuras yermas, montañas suavemente onduladas, silencios prolongados y gestos sumamente contenidos. Huye de la espectacularidad y el aturdimiento. En contraposición a la guerra, propone un conjunto de valores humanísticos relacionados con el compañerismo, el espíritu de servició a los demás, el altruismo, el sacrificio desinteresado y la práctica de la música y el canto como factores generadores de entendimiento y solidaridad entre las personas.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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Rinde tributo de respeto y admiración al sacrificio de los caídos, a su capacidad de resistencia y a su espíritu de disciplina, valentía y arrojo. Como en una elegía clásica, lamenta su desaparición y llora su muerte, a sabiendas de que la construcción del futuro va a asentarse sobre el valor del sacrificio de los que murieron y de los que sobrevivieron al espanto. Más con imágenes y sugerencias que con palabras deplora y condena la guerra, el belicismo, el imperialismo, el militarismo y apuesta por la paz.
La banda sonora, de Akira Ifukube, recoge canciones populares japonesas, la versión japonesa de “Hogar, dulce hogar” y composiciones adicionales que adoptan formas que aúnan, como la elegía, poesía, dolor y esperanza. La fotografía, de Minoru Yokohama, crea escenarios en los que palpita una naturaleza espléndida, inmensa, de formas simples y depuradas, que invita a la contemplación y al silencio.
Rinde tributo de respeto y admiración al sacrificio de los caídos, a su capacidad de resistencia y a su espíritu de disciplina, valentía y arrojo. Como en una elegía clásica, lamenta su desaparición y llora su muerte, a sabiendas de que la construcción del futuro va a asentarse sobre el valor del sacrificio de los que murieron y de los que sobrevivieron al espanto. Más con imágenes y sugerencias que con palabras deplora y condena la guerra, el belicismo, el imperialismo, el militarismo y apuesta por la paz.
La banda sonora, de Akira Ifukube, recoge canciones populares japonesas, la versión japonesa de “Hogar, dulce hogar” y composiciones adicionales que adoptan formas que aúnan, como la elegía, poesía, dolor y esperanza. La fotografía, de Minoru Yokohama, crea escenarios en los que palpita una naturaleza espléndida, inmensa, de formas simples y depuradas, que invita a la contemplación y al silencio.