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Voto de Miquel:
8
7,8
35.820
Drama
Un hombre camina por el desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano lo busca e intenta que recuerde cómo era su vida cuatro años antes, cuando abandonó a su mujer y a su hijo. A medida que va recuperando la memoria y se relaciona con personas de su pasado, se plantea la necesidad de rehacer su vida. (FILMAFFINITY)
7 de enero de 2009
32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film emblemático del realizador alemán Wim Wenders, rodado en EEUU. El guión, del polifacético dramaturgo Sam Shepard (“El diario de Noa”, Cassavetes, 2004) y W. Wenders, desarrolla un argumento adaptado por L. M. Kit Carson, que se inspira en el libro de relatos breves “Motel Chronicles” (1982), del propio Shepard y en la Odisea, de Homero, que Wenders lee antes del comienzo de la producción. Se rueda en escenarios naturales de California (L.A., Burbank, desierto de Mojave...), Texas (Huston, Galvestone...) y Nuevo Méjico. Gana la Palma de oro, el premio FIPRESCI y el Premio Especial del Jurado Ecuménico, de Cannes. Nominado a 4 BAFTA, gana uno (director). Producido por Don Guest y Anatole Dauman para Road Movies (Munich) y Argos Films (París), se estrena el 19-V-1984 (Festival de Cannes, Francia).
La acción dramática tiene lugar en el desierto de Mojave, en las proximidades de la frontera con Méjico, L.A., Huston (Texas) y alrededores, a lo largo de unas pocas semanas. Travis Henderson (Stanton), desaparecido durante 4 años, tras cruzar furtivamente la frontera, desaliñado, sediento y exhausto, anda en busca de su hijo Hunter (Carson), de 7 años, y de su antigua compañera Jean (Kinski),de unos 25 años, con el propósito de reparar antiguos errores. Travis se hundió en un abismo de alcohol y desolación tras abandonar a Jean y Hunter, después de una larga crisis de desequilibrios emocionales, celos patológicos y problemas con el alcohol.
El film suma elementos de drama y “road-movie”. Explora el alma humana de un personaje con sentimientos de culpa, deseos de reparación de viejos errores, experiencias de marginación y exclusión social, problemas de alcoholismo, soledad y mendicidad, disminución de las habilidades de comunicación y relación social, avejentado e inseguro de sí mismo. En un momento dado, el protagonista ha decidido hacer un esfuerzo supremo para acallar sus sentimientos de culpa regresando al pasado con el deseo de poner en orden algunas cosas que le corroen por dentro y que su conciencia no le permite ni aceptar ni olvidar. En él se da una suma de lucidez, firmeza de voluntad, capacidad de reacción y acción, deseos de ponerse a bien consigo mismo y de conciencia de las propias limitaciones, que parece impropia de una persona emocional y psicológicamente frágil, a la que un fondo de celos enfermizos ha arrastrado a una situación personal desesperada y sin vuelta atrás. La naturaleza humana, compleja y contradictoria, da lugar a situaciones sorprendentes e imprevisibles, como la que sobrelleva el protagonista.
El autor sitúa al espectador en una posición que le permite auscultar el pálpito de la emotividad humana, observar las reacciones íntimas de quienes lo han perdido todo, medir el grado de irreductibilidad del sentido de la dignidad y responsabilidad, constatar la fuerza de los instintos, admirar el arrastre personal que en muchos casos tiene el amor de pareja.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en el desierto de Mojave, en las proximidades de la frontera con Méjico, L.A., Huston (Texas) y alrededores, a lo largo de unas pocas semanas. Travis Henderson (Stanton), desaparecido durante 4 años, tras cruzar furtivamente la frontera, desaliñado, sediento y exhausto, anda en busca de su hijo Hunter (Carson), de 7 años, y de su antigua compañera Jean (Kinski),de unos 25 años, con el propósito de reparar antiguos errores. Travis se hundió en un abismo de alcohol y desolación tras abandonar a Jean y Hunter, después de una larga crisis de desequilibrios emocionales, celos patológicos y problemas con el alcohol.
El film suma elementos de drama y “road-movie”. Explora el alma humana de un personaje con sentimientos de culpa, deseos de reparación de viejos errores, experiencias de marginación y exclusión social, problemas de alcoholismo, soledad y mendicidad, disminución de las habilidades de comunicación y relación social, avejentado e inseguro de sí mismo. En un momento dado, el protagonista ha decidido hacer un esfuerzo supremo para acallar sus sentimientos de culpa regresando al pasado con el deseo de poner en orden algunas cosas que le corroen por dentro y que su conciencia no le permite ni aceptar ni olvidar. En él se da una suma de lucidez, firmeza de voluntad, capacidad de reacción y acción, deseos de ponerse a bien consigo mismo y de conciencia de las propias limitaciones, que parece impropia de una persona emocional y psicológicamente frágil, a la que un fondo de celos enfermizos ha arrastrado a una situación personal desesperada y sin vuelta atrás. La naturaleza humana, compleja y contradictoria, da lugar a situaciones sorprendentes e imprevisibles, como la que sobrelleva el protagonista.
El autor sitúa al espectador en una posición que le permite auscultar el pálpito de la emotividad humana, observar las reacciones íntimas de quienes lo han perdido todo, medir el grado de irreductibilidad del sentido de la dignidad y responsabilidad, constatar la fuerza de los instintos, admirar el arrastre personal que en muchos casos tiene el amor de pareja.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuando lo que mueve a las personas son sus últimos recursos, sus capacidades al límite, sus posibilidades postreras, es cuando mejor y con mayor claridad se pueden explorar las profundidades del ser humano. Las situaciones extremas son las que mejor revelan el fondo, las esencias, la realidad profunda e inequívoca de la condición humana. En esta situación cesan los intereses, las pasiones, los compromisos y sólo queda la verdad y la autenticidad. Entonces es cuando mejor afloran las emociones del espectador, que no son otra cosa que eco del pálpito humano y reflejo de la conmoción del espíritu. El realizador entrega un trabajo inusual y admirable que invita al espectador a despojarse de sus prejuicios y experiencias, para sumergirse en el mundo de la emoción. Ésta alcanza su punto culminante en la segunda conversación con Jean tras el cristal.
Si bien el amor se asocia a deseos de encuentro y unión, el film explica cómo y en qué medida la renuncia puede ser una manifestación sincera del amor humano. Asume como valores la relación de pareja estable, la familia, el sentimiento de pertenencia a un lugar y a una comunidad, el conocimiento de los orígenes y antecedentes familiares, etc. Elogia el sentido de responsabilidad, la rectificación de errores pasados, la sinceridad con uno mismo.
El viaje del protagonista es, sobre todo, una aventura personal de objetivos definidos y de final incierto, como en los antiguos westerns del cine clásico. El autor parece subrayarlo con paisajes panorámicos, espacios desérticos, llanuras infinitas, caminos interminables, horizontes lejanos, praderas inmensas, etc. Las interpretaciones de Stanton y Kinski son sobresalientes. Es simpático el cálido homenaje de simpatía que se dedica a Bernhard Vicki, antiguo actor alemán y realizador de “El puente” (1959).
Con frecuencia el film es comparado con “Centauros del desierto”, de John Ford, como sucede con “Taxi Driver”. Entendemos que Travis, el protagonista de “Paris, Texas”, no pretende rescatar y salvar a su antigua compañera, sino comprobar que se cumplen las condiciones necesarias y suficientes para poder dar cumplimento al propósito que le ha llevado hasta allí.
La música, de Ry Cooder, (“My Blueberry Nights”, Kar-Wai, 2007), ofrece una partitura que incluye el blues “Dark Was the Night”, tema principal de la banda sonora, que acentúa la carga intimista y melancólica del film. Añade un breve inserto de música disco en la escena de la sala de fiestas del “Peep Show”. La fotografía, de Robby Müller (“Dead Man”, Jarmusch, 1995), hace uso de sólidos contraluces, de ambientes crepusculares y de interiores inhóspitos. Muestra con delectación soberbios paisajes desérticos que evocan la desolación y el desamparo del protagonista. Crea composiciones de fuertes contrastes de luz y color, que simbolizan su tensión interior.
Obra muy personal de Wim Wenders, es su film nº 11. Relato esencialmente humano y por ello clásico y de valor perdurable.
Si bien el amor se asocia a deseos de encuentro y unión, el film explica cómo y en qué medida la renuncia puede ser una manifestación sincera del amor humano. Asume como valores la relación de pareja estable, la familia, el sentimiento de pertenencia a un lugar y a una comunidad, el conocimiento de los orígenes y antecedentes familiares, etc. Elogia el sentido de responsabilidad, la rectificación de errores pasados, la sinceridad con uno mismo.
El viaje del protagonista es, sobre todo, una aventura personal de objetivos definidos y de final incierto, como en los antiguos westerns del cine clásico. El autor parece subrayarlo con paisajes panorámicos, espacios desérticos, llanuras infinitas, caminos interminables, horizontes lejanos, praderas inmensas, etc. Las interpretaciones de Stanton y Kinski son sobresalientes. Es simpático el cálido homenaje de simpatía que se dedica a Bernhard Vicki, antiguo actor alemán y realizador de “El puente” (1959).
Con frecuencia el film es comparado con “Centauros del desierto”, de John Ford, como sucede con “Taxi Driver”. Entendemos que Travis, el protagonista de “Paris, Texas”, no pretende rescatar y salvar a su antigua compañera, sino comprobar que se cumplen las condiciones necesarias y suficientes para poder dar cumplimento al propósito que le ha llevado hasta allí.
La música, de Ry Cooder, (“My Blueberry Nights”, Kar-Wai, 2007), ofrece una partitura que incluye el blues “Dark Was the Night”, tema principal de la banda sonora, que acentúa la carga intimista y melancólica del film. Añade un breve inserto de música disco en la escena de la sala de fiestas del “Peep Show”. La fotografía, de Robby Müller (“Dead Man”, Jarmusch, 1995), hace uso de sólidos contraluces, de ambientes crepusculares y de interiores inhóspitos. Muestra con delectación soberbios paisajes desérticos que evocan la desolación y el desamparo del protagonista. Crea composiciones de fuertes contrastes de luz y color, que simbolizan su tensión interior.
Obra muy personal de Wim Wenders, es su film nº 11. Relato esencialmente humano y por ello clásico y de valor perdurable.