El director desangra poco a poco a su primogénito. Lo que comienza siendo un prometedor espectáculo, enganchando desde la primera escena, va perdiendo el dramatismo que tan fácil alcanza desde su inicio. Hyett no consigue levantar el vuelo a tiempo en los momentos decisivos a mitad del filme, te saca a cuchilladas del éxtasis con algún que otro giro demasiado forzado, perdiendo tensión de manera alarmante y dejándonos con la miel en los labios comienza a desmoronarse bajo su propio peso y las expectativas que genera en el primer tramo. Lo mejor; Rosie Day.