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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
6
Aventuras. Romance Continuación de "El tigre de Esnapur". El arquitecto europeo Harald Berger y la bailarina Seetha son capturados por los hombres de Chandra. Mientras tanto, Ramigani planea arrebatarle el poder a su hermano, sirviéndose de sus aliados en palacio. Cuando Chandra se entera de la relación amorosa entre Seetha y Berger, hace llamar al doctor Rhode para encargarle la construcción de una enorme y lujosa tumba destinada a los dos enamorados. (FILMAFFINITY) [+]
10 de marzo de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La única diosa de la película, Debra Paget, toma el relevo en la segunda parte de “El tigre de Esnapur”. Participa mucho más, o al menos esa es la sensación que me queda, sobre todo por su maravilloso baile. Yo pensaba que, tras “Ave del paraíso”, (Delmer Daves, 1951), esta chica ya había echado el resto en provocación sensual, pero lo de este film de Lang es de verdadera antología. Para provocar ese torrente de erotismo en su baile ante la cobra, ayudan a su cuerpo pequeño y rotundo un diseño de vestuario y una composición escenográfica impresionantes. Además, más adelante, cuando ya no tiene salida, le quedan sus miradas encendidas, que hablan de un regodeo en el odio, y por momentos recuerda a otras mujeres de Lang, como la turbia Joan Benett de “Perversidad”; parece que Lang disfrute como un masoca del rechazo definitivo, entre ascos, de la hembra.
Y, bueno, sigue siendo todo de un preciosismo acartonado, aunque los decorados pierden un poco de peso a favor de la historia. También queda en segundo plano el galán ridículo, y además le ponen barba para que parezca un poco más duro. La pareja occidental no es creible, él da vueltas y ella parece mirarlo todo como una turista comprensiva. Las conspiraciones políticas son de cartón piedra y carecen de demasiado interés, y las torpísimas escenas de acción son marca de la casa de Lang, cuya especialidad era la psicología. En este caso, los acuchillamientos por los pasillos parecen de un corto de instituto de secundaria. Hay también una curiosa escena del género pre zombie, que no se me ha podido olvidar desde que la vi de pequeñito, pero que hoy resulta tontorrona.
No puedo olvidar las inmensas posibilidades que tenía la idea del palacio concebido no como un simple elemento arquitectónico, sino como un personaje más, que cobraba vida exhibiendo su belleza u ocultando sus secretos. Por ahí apunta la cosa por momentos, pero ese palacio de Esnapur, que iba a ser el fascinante envase de todos los avatares de la trama, (no sólo expuesto deslumbrantemente, sino también entrevisto por medio de mapas, croquis, túneles y laberintos en penumbra), acaba siendo, lamentablemente, la calle de “Farmacia de guardia”, donde todos se van encontrando con todos por casualidad y sólo les falta decirse “buenas tardes” en cada ocasión. Otro recurso teatral de dudosa genialidad en un film que no pasará a la historia sino por ese baile, y por cierta dudosa intoxicación oriental.
berenice
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