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Irlanda Irlanda · Gijon
Voto de pipona:
10
Drama Principios del siglo XX. David Aaronson, un pobre chaval judío, conoce en los suburbios de Manhattan a Max, otro joven de origen hebreo dispuesto a llegar lejos por cualquier método. Entre ellos nace una gran amistad y, con otros colegas, forman una banda que prospera rápidamente, llegando a convertirse, en los tiempos de la Ley Seca (1920-1933), en unos importantes mafiosos. (FILMAFFINITY)
23 de noviembre de 2007
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay directores que se pasan una vida intentando realizar una obra maestra.
Por un lado están los cineastas mediocres que llegado el caso, dado su grado de ineptitud, dejan pasar ante sus propias narices la única oportunidad que se les presenta. De este tipo hay algunos.
Después están los supuestamente consagrados realizadores a los que la oportunidad les llega más a menudo. Son los que tienen la suerte de contar con más posibilidades económicas y mejores medios en general, logros supuestamente conseguidos a base de meterse al público en el bolsillo. Estos normalmente suelen tirar por el retrete todas sus oportunidades llevados por su excesivo ego, o por su falta de recursos llegado el momento de la verdad. De este tipo hay muchos, demasiados.
Por último están los genios, tipos que saben que su oportunidad tiene que llegar. Son aquellos que nacieron para hacer algo grande. Que vinieron a este mundo con una idea preconcebida, con un sueño, y que ni locos la dejarán escapar. De estos hay pocos, muy pocos.
Sergio Leone era uno de ellos. Tenía su sueño, su idea, solo tenía que esperar el momento, su oportunidad. Quería plasmar en una sola película, en una sucesión de imágenes ininterrumpidas una historia que solamente él veía en su imaginación.
Esa oportunidad llegó, y él la aprovecho como solo los más grandes saben hacerlo.

Y lo hizo filmando una película única, mágica. Un descomunal canto al amor y a la amistad imperecedera, una historia irrepetible.

Y lo hizo por encima de todas las reglas establecidas en el cine: excesivo metraje, ritmo narrativo lento, enormes saltos temporales…, siguió a lo suyo, se lo pasó todo por el forro, hizo oídos sordos y se dispuso a realizar su sueño.

Y lo hizo sabiendo que algún día el tiempo le daría la razón, que las generaciones venideras sabrían reconocer en esta inconmensurable epopeya su inigualable talento y su inmenso amor por el cine.

Y lo hizo...
Gracias por hacerlo, Maestro.
pipona
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