La recuerdo en mi neurona como una maravilla, la vi de pequeñito y me entusiasmó y yo, que soy masoquista por naturaleza, quise comprobar el otro día que tal encanto seguía intacto, ay ignorante de mí, que se me había olvidado que la infancia guarda secretos que es mejor no intentar abrir, puesto que si encuentras la llave abrirás el baúl de las desilusiones y exactamente es lo que me pasó con esta película, pero la culpa no es ni del chaval que se quedó ensimismado cuando la vio por primera vez ni del intento de cinéfilo barato que la quiso revisitar, la culpa es de la vida, que a veces es muy puñetera.