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Voto de Antonio Morales:
8
Intriga. Thriller. Drama. Romance En su primer viaje a Philadelphia, el pequeño Samuel Lap (Lukas Haas), un niño de una comunidad amish, presencia por casualidad el brutal asesinato de un hombre. John Book (Harrison Ford) es el policía encargado de proteger al chico y a su madre Rachel de quienes quieren eliminar a Samuel, unico testigo del homicidio. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Weir sigue siendo, en mi opinión, el más prestigioso cineasta del cine australiano que tras sus primeras películas, todas interesantes y prometedoras, dio su gran salto a Hollywood. Allí debutó con este thriller sobre corrupción policial que tiene su originalidad al mezclar su trama con la arcaica comunidad “amish”. Son adventistas que se rigen por una férrea moral y unos hábitos cotidianos directamente heredados del siglo XIX, de indumentaria sencilla y escueta, nobles y pacíficos que rehúyen la violencia y las armas. Dos miembros de esa comunidad, un niño y su madre aguardan un tren que les llevará de Filadelphia a una pequeña villa de Pennsylvannia, pero el destino decide que el pequeño asista involuntariamente a un crimen en los lavabos de la estación.

De la investigación se cuida el rudo agente John Book (Harrison Ford) que como en las más genuinas tramas de Hitchcock, deberá huir y esconderse para proteger a su único testigo, siendo perseguido por sus propios colegas hasta lograr demostrar que todo es una conspiración. Evidentemente, la mezcla de elementos policíacos con la descripción sociológica de una comunidad adventista deriva inevitablemente hacia la atracción entre la joven viuda (Kelly McGillis), madre del niño y el policía que los protege, provocando serios conflictos morales. Pues “Witness”, es también la historia de una amistad, de un amor cimentado sobre dos bases culturales totalmente dispares y antagónicas.

El personaje de Harrison Ford, me parece ajustado y muy humano, de lo mejor que le he visto, con su torpeza para integrarse en la comunidad religiosa, su ingenuidad romántica (el baile en el cobertizo con Rachel al son del tema “Wonderful love” de Sam Cooke), y su determinación moral y nobleza, gracias a la gran dirección de Weir que consigue extraer del tantas veces inexpresivo actor, su perfil más interesante y cautivador. Lo de la bella Kelly McGillis fue una actriz desaprovechada por la industria de Hollywood, pues aquí nos muestra una mujer que transmite todo con su mirada y sus gestos, sin necesidad de palabras.

Ganadora del Oscar al guion original y al montaje, goza de una excelente fotografía del gran John Seale y la evocadora y romántica música del maestro Maurice Jarre, alcanza su cumbre en el célebre tema de la construcción del granero por todos los lugareños. Peter Weir mantiene un gran tono narrativo, con una economía de planos que recuerda a los maestros Ford y Vidor, un elegante sentido de la elipsis en la selección y tratamiento de determinadas escenas, son los elementos de un film inteligente y redondo que estimula a recuperar el gusto por la narración descriptiva y el espectáculo.
Antonio Morales
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