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Voto de Antonio Morales:
9
Aventuras En el siglo XIX, el capitán inglés Horatio Hornblower atraviesa el Atlántico con su barco para ayudar a un enloquecido dictador centroamericano. (FILMAFFINITY)
25 de octubre de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fechada su acción en 1807, durante las guerras napoleónicas, ambientado en los dos océanos que rodean a América Latina, asistimos un relato épico con sus posiciones estratégicas y movimientos entre los ingleses, los españoles y los franceses. Este extraordinario film está dividido en un prólogo, cuatro movimientos dramáticos y un epílogo o final. La presentación de unos personajes a bordo del navío inglés capitaneado por Horatio Hornblower (un grandioso Gregory Peck) en su hábitat natural, un microcosmos familiar donde la disciplina, la camaradería y el castigo ejemplar dispuesto para afirmar el valor ético y social de la jerarquía a bordo de la fragata de su majestad.

Libremente extraído de tres novelas de Cecil S. Forester, “El hidalgo de los mares” es uno de los cuatro films, quizás el mejor, que Raoul Walsh filmó sobre el género de aventuras marinas. Rodada en estudios londinenses y exteriores de la Costa Azul, no faltan las históricas batallas navales, las puntuales divagaciones cómicas, las reñidas apuestas entre oficiales, el esfuerzo agotador, la cruel enfermedad del escorbuto, la fiebre amarilla y el aislamiento durante meses, una bella dama (Virginia Mayo) a la que proteger, rufianes dictadorzuelos henchidos de arrogancia y toda clase de rebeldes filibusteros.

Todo ello entre precisas selecciones de encuadres, en pocos minutos el maestro Walsh describe un mundo y nos hace partícipes de las aventuras de sus personajes, participando con emotiva solidaridad en sus alegrías y en sus penas. Se trata, por encima de todo, de una mirada limpia sobre el relato, relato humano y vigoroso con ritmo y pulso maestro. Con una estupenda y llameante fotografía, Walsh nos ofrece un divertido y emocionante ensayo sobre su capacidad para narrar mediante la elipsis y definir situaciones y personajes con el menor número posible de planos. Es la alegría de una caligrafía cinematográfica ya perdida, en la que la primacía de la acción no obviaba una mirada o un gesto a la vez objetivo.

Es ahí, en la sabia alteración de los tonos, incluyendo la aventura romántica, donde Raoul Walsh revela toda su grandeza como narrador, nunca alcanzada por otros cineastas del género aventurero. El cine de Walsh nunca deja nada a la casualidad y, quizá, como su capitán Hornblower, navega siempre hacia una meta clara y consciente, su cine no tiene edad porque su arte está a la altura de cualquier espectador, desde el más pulcro cinéfilo hasta el niño amante del cine más sencillo de aventuras. El arte del pionero consiste en contar con alegría la complejidad del mundo y de la vida, sin renunciar por ello al placer y la fascinación por la aventura.
Antonio Morales
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