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Voto de Antonio Morales:
10
Drama Suecia, mediados del siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas, el caballero sueco Antonius Blovk y su leal escudero regresan de Tierra Santa. Blovk es un hombre atormentado y lleno de dudas. En el camino se encuentra con la Muerte que lo reclama. Entonces él le propone jugar una partida de ajedrez, con la esperanza de obtener de Ella respuestas a las grandes cuestiones de la vida: la ... [+]
6 de enero de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bergman posee una de las obras cinematográficas más importantes y complejas del séptimo arte. La magnitud, intensidad y perfección de su obra hacen que junto a él sólo podamos contar con autores de la talla de John Ford, Alfred Hitchcock, Orson Welles o Charles Chaplin. Aunque por la propia densidad dramática y psicológica de sus películas el gusto por su cine alterna entre el apasionamiento y la saturación, ya nadie se atreve a discutir la trascendencia de este autor. Bergman abordó el rodaje de esta película cuando aún tenía cierto resquicio de fe. Inspirado a partes iguales en su propia pieza dramática corta “Pintura sobre madera” (un ejercicio para sus alumnos de teatro) y en las imágenes de juglares cantando y bailando en medio de una Europa masacrada por la peste y las guerras que le inspiró la música de “Carmina Burana” de Carl Off. Bergman elaboró un guión que escenifica el recuerdo de su infancia de un fresco de iglesia en la que un caballero medieval y la muerte juegan una partida de ajedrez.

Ante unas imágenes de un cielo encapotado a través del cual se filtra con dificultad, una cegadora luz solar, de esta forma tan inquietante comienza esta extraordinaria película de Bergman, que después de 57 años no ha perdido un ápice de su fuerza ni de su fascinación. Puede interpretarse como una digresión sobre los problemas para encontrar la luz en un mundo de tinieblas. Lo que sigue inmediatamente después de ese arranque sobrecogedor así parece corroborarlo. La cámara nos muestra a dos hombres, el caballero Antonius Block (Max Von sydow) y su escudero Jons (Gunnar Björnstrand), cabalgando por un paisaje no menos áspero que el cielo turbado que asoma sobre sus cabezas: una escarpada franja costera situada al lado de un mar agitado. Block y Jons han regresado tras participar en las cruzadas, pero el panorama que encuentran es desalentador, la peste, la miseria y la quema de brujas han convertido el mundo en una antesala del infierno.

Tal punto de partida, que se prestaría en manos de muchos a lo pretencioso, es tratado por Bergman de una forma directa y sincera, expresando esa soledad del alma, el hombre enfrentado al pavoroso pozo sin fondo de una eternidad oscura y sin recompensa a tanto dolor. Esa es la grandeza de Bergman, lo trascendente visto cara a cara, sin artificios. “El séptimo sello” es un juego personal, un proyecto relativamente barato rodado en 35 días que le permitió a Bergman poner en imágenes algunas de sus inquietudes religiosas. La película carece de los complejos entramados metafísicos que le quiso conceder la crítica en su momento, pues para su autor, lo verdaderamente interesante era mostrar un mundo en el que pese a la presencia casi palpable de la muerte, los hombres son capaces de reír, cantar y bailar hasta cuando emprenden su último viaje. La mayor hondura de sentimientos reside, como él mismo confiesa en sus memorias: “en la coexistencia de una concepción de la realidad dura y racional con una devoción religiosa sincera e infantil”.

La película está llena de aciertos estéticos. Sin pretender comentarlos todos, merecen destacarse la fotografía de Gunnar Fischer, con un equilibrado empleo del blanco y negro que proporciona intensas secuencias dramáticas e intimistas junto a otras luminosas, casi diáfanas; la aridez del entorno; el polvo de los caminos; la atmósfera apocalíptica; y el aspecto de la Muerte, cuyo rostro blanco es por sí mismo una autentica máscara macabra. Bergman construye el argumento sobre la cervantina dualidad entre el caballero, un creyente atormentado por el destino del hombre, y su escudero, agnóstico, práctico y hedonista; hasta el aspecto físico de los actores reafirma el contrapunto. La película proporcionó al cineasta fama internacional y abrió su cine a los mercados de todo el mundo, Bergman se convirtió en un autor “de prestigio” que no sólo recibía buenas críticas, sino que llenaba salas de cine.
Antonio Morales
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