Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
7
Drama Retrato costumbrista del Madrid de comienzos del siglo XX, centrado en una de sus calles, en la que viven y conviven varias familias de variada posición económica y social. Fue la última película del director Edgar Neville. (FILMAFFINITY)
12 de mayo de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Evocador retrato costumbrista en tono de comedia dramática que el propio Neville llegó a calificar como su mejor película. “Mi calle” es su película más libre y poética, pues no sólo era un original cineasta, era también escritor y poeta, que con el paso de los años suena a testamento del autor. Una comedia coral con multitud de personajes de distinto carácter, casi todos entrañables y cercanos, que abarca la primera mitad del siglo XX en el Madrid castizo que siempre amó y recreó con cariño y ternura, el del organillo en la calle de adoquines, el del perro vagabundo rescatado por los niños del barrio, el “tablao flamenco” que no puede faltar en sus películas, la historia de una calle a través de diversas postales vivientes que nos va indicando el transcurso del tiempo y los acontecimientos históricos, políticos y sociales que se van sucediendo.

Una variopinta pléyade de personajes que intercalan charlas de sobremesa y cotilleos de tocador, amores frustrados, galanteos y desengaños, paz y guerra, sueños y esperanzas, todo ello como la vida misma. Todos ellos conviven en esta comedia pintoresca, donde no falta el chotis y el cuplé, bajo una luminosa fotografía, gente de toda condición: nobles marqueses, artistas y aspirantes a pintores, criadas, holgazanes, artesanos, carniceros, burgueses empobrecidos y otros adinerados, las mal vistas chicas de alterne, aspirantes a cupletistas, bodas pomposas, vendedoras de lotería impedidas, taberneros, huerfanillos vagabundos, encarnados por un ramillete de actores prodigiosos que no voy a enumerar, pero que forman parte de la iconografía de nuestro cine.

Y es que, en el cine de Neville se advierte la pasión, el humor, amante de sus castizos orígenes y volcado por ello en el vasto mundo del costumbrismo, el cineasta siempre reivindicó todo lo que sabe a español, pero hundiendo las raíces de su madrileñismo en el aspecto psicológico, sin acomodarse en la superficie de lo típico o lo tópico, una visión novedosa del casticismo que pretendía aunar audacia creativa y tradición sin quedarse únicamente en la anécdota, en el chiste fácil. “Mi calle” tiene mucho de autobiografía, está dedicada a la madrileña calle de Trujillos donde Neville tenía una casa solariega.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow