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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Umberto Domenico Ferrari es un jubilado que intenta sobrevivir con su miserable pensión. Sumido en la pobreza, vive en una pensión, cuya dueña lo maltrata porque no consigue reunir el dinero necesario para pagar el alquiler de su habitación. Los únicos amigos que tiene en este mundo son una joven criada y sobre todo su perro Flike. (FILMAFFINITY)
3 de noviembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Vittorio de Sica y su amigo, el guionista Cesare Zavatini hicieron esta obra capital del cine europeo, Italia aún atravesaba una dura post guerra, por lo que a casi nadie gustó esta neorrealista película, triste y desoladora donde se reflejaban, las miserias y penurias de los jubilados. Seguramente, lo que nunca imaginaron sus autores, es que sesenta años después, el tema seguiría siendo actual. Me refiero a los problemas de nuestra sociedad con la tercera edad, de cómo los viejos quedan aparcados en un arrabal de soledad y abandono, después de habernos servido bien, sin pararnos a pensar que a ellos les debemos nuestras vidas. La grandeza de esta película de ochenta y pocos minutos se adscribe a la capacidad para, a partir de la angustiosa epopeya anónima de un viejo entre muchos ancianos jubilados, lograr retratar tan acertadamente los temas de nuestro tiempo.

De Sica retrata a Umberto (Carlo Battisti, en la vida real, un profesor de latín, amigo del cineasta que se prestó a encarnar al anciano) como un ser humano, con sus virtudes y defectos, pero sobre todo, como un ser íntegro. El cineasta era un hombre con una inmensa sensibilidad por el desfavorecido, una sinceridad intuitiva, una especial capacidad para compadecerse del que sufre. Nos retrata la falta de sentimientos en las relaciones personales, el vejatorio trato a los jubilados, que viene de la palabra “júbilo”, que triste ironía nos depara la lengua de Cervantes. Umberto es un ex funcionario al que su mísera pensión no le alcanza para vivir: sus posesiones caben dentro de una maleta, para poder malcomer debe acudir a diario a los comedores de caridad, forzado a malvender su reloj y sus libros para poder pagar la habitación a una patrona que lo amenaza con echarlo a la calle y al que acompaña el único consuelo que le queda, un perrito blanco con manchas negras que responde al nombre de Flike.

Para Umberto no hay amigos ni compañeros, como no los habrá, si llegara el caso, para ninguno de nosotros, porque la situación no sólo no ha mejorado sino que ha ido a peor en esta sociedad hedonista y huérfana de valores, donde impera el dinero y los sentimientos provocan hilaridad y burla malsana. Esta película es un acta de acusación, un certificado desolador de nuestra ingratitud y una llamada a la conciencia. El film tiene un sentido poético, una mirada lúcida y humanista. Una película purificadora que todo aficionado al cine debe ver, porque es una historia transformadora, que nos hace mejores, recapitulando sobre lo que estamos haciendo mal, es el desprecio a la sabiduría, la experiencia y la memoria que guardan nuestros abuelos. Cuentan que a Chaplin le subyugó la película, manifestando al propio de Sica que le hubiera gustado filmarla él, y es que hay mucho de Chaplin en ella, quizá nuestro protagonista no es tan simpático como los personajes de Chaplin, pero no cabe duda que está la profundidad humana típica del genio inglés.
Antonio Morales
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