Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
7
Thriller. Drama John es un hombre sin recursos que vive en Reno. Un día, un misterioso individuo llamado Sydney, lo invita a desayunar y le ofrece la oportunidad de ganar dinero acompañándolo por los casinos. Todo les va muy bien, pero John se enamora de una camarera que está dispuesta a hacer lo que sea por conseguir dinero. (FILMAFFINITY)
23 de junio de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante debut de Paul Thomas Anderson demostrando que la penetración estética y el poderío narrativo desplegado en su primer film, acreditaba a un cineasta con mucho futuro y personalidad. La prueba de su talento se fragua en este film modesto, pero todo un ejercicio de estilo en clave de cine negro, Anderson consigue mantener la tensión, suscitar el interés con mínimos elementos en juego y cuatro personajes en busca de un destino o esperanza de vida. Es un cuarteto de clásicos perdedores que se mueven en un submundo viciado y sórdido, el mundo del juego en los casinos perteneciente a una cultura marginal. El marco donde se articula mayoritariamente el film es un universo artificial, engañoso y traicionero, de ruletas, mesas de black jack, moquetas horteras, luces de neón, pulcras cafeterías y fantasmagóricos hoteles, dominado por el humo del tabaco (los personajes fuman constantemente), la oscuridad de la noche y el predominio de ambientes cerrados y asfixiantes, que se desarrolla en Reno (Nevada), pero también podría ser Las Vegas o Atlantic City.

Más que sueños rotos, los personajes, de un futuro improbable, son víctimas de sueños incumplidos e imposibles que buscan la redención: Sydney (Philip Baker Hall), es un veterano y avezado jugador, taciturno y observador, un ex matón, venido a menos, aunque su mirada penetrante causa inquietud; John (John C. Reilly), es un joven sin oficio ni beneficio, a la busca de una oportunidad, pero sin demasiada convicción, que vagabundea sin rumbo; Clementina (Gwyneth Paltrow), es otro ser derrotado, por mucho que afirme “No hago nada que no quiera hacer”, una camarera que se gana un sobresueldo como prostituta ocasional; y Jimmy (Samuel L. Jackson), un tipo orgulloso, y de color, un rufián altivo y provocador de estilo tarantiniano.

“Sydney” es un genuino “film noir”, que pivota sobre el tema de la culpabilidad, es la razón primera pero no única, que motiva la actuación del protagonista, que alude a la nostalgia de la familia, su búsqueda y hallazgo, la relación paterno-filial que une a los personajes; la historia de formación y aprendizaje entre la experiencia y lo ignoto, Sydney es el maestro que instruye a John, su discípulo, en el arte del juego y también la satisfacción de Sydney por escuchar historias ajenas.

El film goza de una brillante puesta en escena, con detalles de dominio técnico abrumador, como el plano secuencia que muestra la entrada de Sydney en la sala de juegos o diversos “travellings” de trabajada estilización, de movimientos de cámara suaves y aterciopelados, precisos, de tonalidades sombrías, de rasgos nihilistas que congelan sin desvirtuarlos, los sentimientos y las emociones. En su laconismo visual, en la sencillez expositiva de la densa trama, en su intención de jugar con elementos tradicionales del ropaje policial para reinventar el género, es donde se concita la personalidad del cineasta. Es la reposada respiración, la precisión de sus encuadres, el valor de los silencios como amalgama nostálgica con aroma de tragedia existencial. Un gran debut para Paul Thomas Anderson.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow